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Cuanto más observaba, más deseaba y se regodeaba en la curvilínea figura. En conjunto, no sobresalía en nada. Estatura media, anchas caderas, pechos normales. Pero como todo lo poderoso, se escondía en un todo absolutamente perfecto. Por separado era una presencia desapercibida, en conjunto, lo era todo. Dormía, exhausta aún después de las horas previas. Respiraba profundamente con la boca entreabierta dejando ver parte de los dientes entre la maraña de pelo sobre la cara. El cuerpo desnudo olía a sexo, violencia y perfume y el aire que entraba por la ventana traía un extraño olor a cilantro que cuando acariciaba la piel desnuda se transformaba en una explosión sensorial inigualable. En la boca aun conservaba el sabor de su sexo, potente, lo carnoso de los labios masticados y lo eléctrico del clítoris. Lo mantendría así durante horas, para recordarlo, para no olvidar lo que supuso. Besó el vientre que subía y bajaba con la respiración pausada y notó el calor. Lo echaría de menos. Todo eran preguntas e interrogantes, dos caminos confluyentes que se habían separado para siempre. Los recuerdos son nexos de unión, pero los recuerdos son dolorosos. Viendo la perfección allí frente a él descubrió su propia imperfección y notó como se rompía la linde de ambos caminos, separándose con violencia, la misma que provocó las lágrimas, la misma de las bofetadas y los silencios. La rabia lo inundaba todo y de repente la desidia y el desdén. Aún así, le maravillaba, era inevitable.

La lozanía de la juventud, esa arcilla virgen, en bruto, dispuesta a ser moldeada, a dejarse hacer y ser diseñada a la imagen y semejanza de sus manos. Eso es lo que quería, lo que siempre había querido, enfrentarse a la hoja en blanco mientras la sonrisa ilumina el papel con la honestidad, la franqueza y la calma. El calor que entraba por la ventana, la luz hacía desaparecer la figura durmiente, sintiendo como se alejaba hacia un horizonte turbio. En el recuerdo las risas, las aletas de la nariz abiertas, los labios carnosos y los ojos fulgurantes. Se iba, la hoja pasaba dejando el blanco de un capítulo nuevo que escribir con los puños cerrados, las cuerdas desenrolladas y el cuchillo templado.

Una travesía forzada y ahora deseada. Una realidad que dejaría atrás al cerrar la puerta con el 2292.

 

Wednesday

 

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