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Es complicado escribir, con sentido y rigor, con estilo. Algunos, pocos, son capaces de crear mundos e historias capaces de atrapar y dejar sin respiración. Lo triste, es que los demás solo tenemos el consuelo del desahogo. Ni siquiera la valentía existe ya detrás de las letras. Hemos cambiado la lucha, la capacidad de revolver las entrañas, el análisis íntegro y veraz, por el aplauso y la sonrisa, incapaces de aceptar la crítica, por muy feroz que sea. Incapaces porque no disponemos ni de las herramientas ni de los argumentos sólidos. Solo tenemos un saco de estupideces con una falta de rigor tan lamentable, que nos aprovechamos del incauto lector, que en la mayoría de los casos espera cierta información o cuanto menos, una historia pintada en la hermosura de la literatura.

Pero vomitamos demagogia, la bilis de nuestra sociedad incauta e ignorante y con el regurgitar, comenzamos a pintar lienzos gigantescos y soltar sin sentido soflamas que muchos hacen bandera. Uno se expone en la vida de muchas maneras y lo hace en busca de reconocimiento la mayor parte de las veces. Los comienzos de cualquier empresa son azarosos y la constancia y el trabajo permite que algo consiga mantener una velocidad más que suficiente para ver ciertos resultados. Con toda seguridad, y después de haber releído muchos de mis relatos y mis historias, he pecado de aleccionador. Seguramente en el momento que escribí era precisamente lo que pretendía. Ahora, a vueltas con todo, me doy cuenta de que no hay nada más estúpido que eso, porque, a fin de cuentas, cada uno piensa lo que le sale de los cojones, y la altura, la catadura moral de nuestras lecciones solo puede ir de la mano de nuestras acciones.

He escrito cosas que no me gustan. A toro pasado es fácil darse cuenta. Ha habido momentos en los que la prepotencia me ha hecho parecer un estúpido. También he escrito cosas que aún me sorprenden, y mi ego, siempre el ego, desearía que mucha más gente lo hubiese leído. Luego vuelvo al suelo de la incompetencia y me doy cuenta de que mi recorrido es este, escribir para mí y para los pocos que me leen con regularidad, intentando mantener un cierto nivel, sabiendo que los que lo hacen, son críticos feroces. Tanto o más que yo.

No escribo sobre política, ni sobre conflictos de género. Tampoco creo que escriba ya sobre BDSM, al menos no de una manera tan marcada como antaño ni tan descarnada. He tardado más de quinientas entradas en darme cuenta de que sólo quiero escribir historias y dejar de lado las figuras estereotipadas que me han acompañado todo este tiempo. Y escribir mejor para conseguir llegar a escribir bien. Quién sabe, igual si no me convierto en lo que desprecio, lo consiga.

 

Wednesday

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