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La brisa agitaba las sabanas que arrastraban en el suelo la lujuria de la noche anterior. Los recuerdos del infierno glorioso no eran más que una bocanada de aire fresco que comenzaba a llenarle los pulmones de una experiencia que jamás había sentido. Tumbado, el techo blanco empezaba a dibujar los recuerdos del pasado cuando con aquella mirada, la mujer se acercó y le dijo algo que cambiaría su vida para siempre.

“No tienes ni idea de lo que eres, ¿verdad?”. Se imaginó a Connor MacLeod y puso cara de estúpido, quizá lo que era en aquella época. Seguramente contestó con alguna tontería sarcástica para salir del paso pero no lo recordaba, sin embargo, aquellas palabras comenzaron a tañir en su cabeza el bronce que luego daría forma a sus actos. Siguió escuchando con atención mientras ella le enseñaba una manera diferente de comprender su mundo, descubriendo que lo que para él era ficción y quedaba reducido a historias fabulosas y viñetas bestiales, en realidad era algo lo suficientemente común para tenerlo en cuenta. Comprendió entonces y según fue pasando el tiempo, que las mujeres no se acercaban porque fuese poco atractivo, que cuando con la voz aniñada contestaba y la furia pronunciaba sonidos, los demás callaban. Comprendió que miraba el mundo desde una perspectiva errónea para él.

Aquella noche descubrió que unas cuerdas eran algo más que un instrumento para atar aunque su pericia fuese la de un niño cuando empieza a utilizar el lápiz. “Todo se aprende y perfecciona” le dijo una y otra vez. Sintió cómo el gemido podía convertirse en grito y provocaba el mismo placer, cómo a veces el dolor le podía llevar a lugares tan luminosos que era difícil de creer. Cuando se quiso dar cuenta tenía muy claro lo que debía buscar, cómo tenía que hacerlo y qué conseguir. Se descubrió mirando a su interior y encontrando muchas cosas que enterrar en lo más profundo de sí, tan solo visible para aquella que supiese encontrarlo. Sus manos tenían un poder invisible que fue comprendiendo y entrenando, sin embargo, su mirada, que al principio desprendía inocencia empezó a transformar su entorno en una neblina tras la que solo se le intuía, borroso. Allí entendió que se sentía deseado pero el temor por adentrarse en aquella espesa nube le hacía permanecer solo, aprendiendo, sin más.

Giró la cabeza y la melena pelirroja, arremolinada entre el placer y el dolor de un rostro que por primera vez se había aventurado en aquel oscuro camino, le dio los buenos días. La respiración era suave, plácida y en su cabeza se enfrentaba a tormento de la noche anterior. Al otro lado de la habitación, ella, en pié, observadora, maestra, correctora, le dio la mayor libertad que jamás pudo sentir. “Eres un dominante nato, puro, virgen, con todo el camino por recorrer. Y te aseguro que será grandioso”

 

Wednesday

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