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Escuchaba los susurros a su lado, perfumados por el melocotón de su piel. Intuía sin tocar el cuerpo las protuberancias ínfimas de las marcas. Aquí y allá, como pinceladas de un pintor loco de pasión y manchado de su propia esencia. El poder no se refugiaba en la firmeza del puño aprisionando la flexibilidad del cuello. La mente, maleable como la arcilla, era capaz de ser transformada por cualquiera. Todos podían atrapar y clavar los dedos en el barro con la esperanza y el ímpetu de transformarlo en una ánfora perfecta. Asi sucedía, así era.

El susurro le ataba a ella, tensando una red infinita de cuerdas celestiales y reverberando en su interior, ensalzando las virtudes y descubriendo los defectos para pulirlos lo suficiente para que terminasen siendo recuerdos. El olor, el de su cabello largo y sedoso, los ojos brillantes que callaban tanto. Esa imperfección que le hacían ser tan perfecta cuando acomodaba la cabeza en su hombro, esperando algo, haciéndose pequeña e ínfima mientras a él le parecía todo lo contrario. Lo furtivo de las manos jugando a acariciar cuando en realidad destruían y levantaban la piel dejando la carne, viva, mientras el algodón trenzado hacía de las suyas uniendo los muslos con los gemelos. La dignidad de los tacones aún en los pies, pugnando por estilizar sus ya alargadas piernas mientras los labios, esponjosos e hinchados perdían el color difuninado por los dedos que apretaban lo carnoso con el marfil blanco.

La boca entreabierta mientras los susurros continuaban y él de pie, y ella sentada, o arrodillada, esperando con la boca entreabierta la saliva que cerraba el circulo. El calor que circulaba desde la entrepierna a su mano y la dureza que unía su firmeza con la polla, se atenazaba irremediablemente en su cuello, flexible bambú de hueso, sangre y piel. Y los dientes de ambos, clavándose por diferentes motivos en la carne, buscando una yugular infinita que les nutra de vida.

Desde las alturas, percibía sin mirar todo aquello, en un simple susurro, en un aroma a fruta que le llegaba desde la cercanía, detrás de él. Desde las alturas, veía lo mismo que ella que le miraba desde abajo.

 

Wednesday

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