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¿Cómo algo tan pequeño puede dejar marcas tan indelebles? Seguramente era por como la utilizaba, con esa precisión tan morbosa, midiendo cada centímetro de la piel para dibujar sobre ella un entramado de marcas rojizas que dejaban una picazón bastante apetecible. Durante toda la noche se estuvo acordando de los pequeños latigazos que una simple goma elástica podía producir. Luego el sonido agudo mientras cortaba el aire a gran velocidad y, por último, el golpe certero. Se acariciaba las piernas notando las protuberancias de las marcas rojizas y sintiendo las cosquillas en las yemas de los dedos. Casi no había espacio virgen en ninguna de sus piernas. Así hasta los tobillos, como si llevase unas mallas tridimensionales que dejasen ver sus tobillos limpios de polvo y paja.

Despierta, le veía inmerso en un sueño profundo, y creía que era en aquellos sueños donde imaginaba todas las putadas que le hacía. Eso le sacó una sonrisa al darse cuenta de que era el único momento en el que le veía y sentía vulnerable. Le observo durante un par de horas mientras se acariciaba las piernas con la mano. Escuchaba su respiración profunda, la misma que tiene un animal poderoso sabiendo que es invulnerable. Ese estado de seguridad le dio una idea. Se levantó y fue a buscar la misma goma elástica que él había usado unas horas antes. Se dio cuenta de que era demasiado fina para lo que estaba pensando así que la cambió por una un poco más larga y gruesa. Sintió como la sonrisa aparecía en su cara y la maldad se apoderó de su espíritu.

Él se fue despertando poco a poco, atraído a la vigilia por el placer de un sueño que parecía convertirse en realidad. Notaba la lengua caliente y húmeda, las manos apretando y gruñó aún desde el sueño. Un tirón en uno de sus brazos le sacó del sueño en un instante. Notó en las muñecas la presión del cáñamo áspero y la tensión se trasladó al resto de su cuerpo. Cuando abrió los ojos descubrió que estaba atado de brazos y pies con las piernas en algo menos de 45 grados. Entre las dos estaba ella, lamiendo al tiempo que le colocaba una goma que aprisionaba sus huevos y su polla. Había luz en sus ojos y maldad en su sonrisa cuando guardaba la lengua entre los dientes. Subió desnuda hasta sus labios y le susurró que no hablase, que los animales solo gruñen. Las cuerdas se tensaron al igual que sus músculos. Entonces ella volvió a lo que estaba.

Con el pulgar presionaba la base del glande lo suficiente para los espasmos tensaran un poco más la goma que tiraba hacia abajo de la polla y de los huevos hacia arriba. Cuando creyó que estaba como ella quería comenzó la tortura. La misma goma elástica que había utilizado él con ella para marcar sus piernas, ahora estaba golpeando sus huevos. Los gruñidos se intensificaron y se sorprendió que él no dijera nada. Así que siguió a lo suyo, estirando la goma y soltándola. Primero despacio, luego un poco más rápido y fuerte. Siguió por el tronco y terminó en la base del glande. Cuando la tortura dejó ver las marcas en su polla y la tensión del dolor en todo su cuerpo, soltó la goma y la presión dejó paso al orgasmo derramado sobre su abdomen mientras el gruñido se convertía en un gemido ahogado. Luego ella subió lamiendo por el torso, se sentó a horcajadas sobre él y le beso cuando la luz de día comenzaba a filtrase por las cortinas. Allí se quedó hasta que ambos volvieron a dormirse y él seguramente comenzaba a imaginar que nueva putada podría hacer con ella. Seguramente era lo más cercano que podía estar de la felicidad.

Wednesday

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