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Ya se sabe que el tiempo es inexorable, pasa, despacio, deprisa, se congela. Aquellas fiestas trajeron muchos lodos y sobre todo mucha mierda acumulada. Sentía desprecio, no solo por lo que se cocía, sino por lo alejado que yo me sentía de todo aquello. Sin embargo, continuaba acudiendo.

A bocajarro

Ella llego, sonriendo, perdida y nerviosa. Se notaba y se olía que era la primera vez y ellos, como la jauría que son, saborearon la sangre en torrente violento que hacía latir su cuello. Lo abrumadora de la situación no me sorprendió ni era la primera vez que contemplaba aquellas maniobras para posicionarse en lo más alto del escalafón del dominante. Sin embargo, como siempre y desde la distancia, hacía mis deberes, contemplaba todo aquello que detestaba para no cometer los mismos errores, aquellas torpezas que ni ellos mismos eran capaces de entender y ellas, en este caso, la morena del pelo largo, tuvo tiempo de parar.

En poco tiempo, tenía una cadena, unas esposas y el trasero al aire, apoyado su cuerpo en un potro y una pala azotando con vigor las nalgas que pronto tornaron en rosado incipiente. Aparentemente disfrutaba, quizá al principio, pero no saber o no poder parar aquella situación cambio el rictus del placer en el del miedo. Frente a ella, otra recien llegada creía disfrutar de un merecido glory hole, una y otra vez mientras escuchaba los improperios propios de una perra que está allí para deleitar a todos aquellos presentes que lo deseen. Sin dominante no hay paraiso.

Me cansé de ello, del dress code, de la parafernalia que hacía que algo poderosamente divertido se convirtiera en una mierda. Me levanté y salí por la puerta. Siempre recibía miradas de desaprobación, incluso de desprecio, tanto de ellos como de ellas. Me jode la norma, la impuesta porque sí, el dogma y sobre todo el juego que siempre cae del mismo lado. Claro que había mujeres a los que todo aquello les suponía un crecimiento personal o emocional, ve tú a saber. Eso lo respetaba. Lo que no iba conmigo era la inmersión obligatoria de toda aquella que simplemente curioseaba. Nadie era obligado a hacer nada que no quería, un no siempre era un no, ¿verdad? Pero ahí estaba yo saliendo por la puerta, seguramente meneando la cabeza cuando de bruces, me topé con ella.

Aquellos ojos, agresivos y poderosos, escondían una sumisión plácida. Aquella mirada dinamitó la salida.

 

Wednesday

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