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No hay emblemas en la dominación ni consignas en la sumisión. Es una entrega plena, donde hay cosas que inevitablemente deben ser necesarias. Alguien puede entregarse en la distancia, y puede hacerlo porque, sin darse cuenta, entra en una espiral de deseo y percepciones atípicas que impiden pensar con lucidez. Desde su punto de vista parcial, esto es una verdad como certeza dogmática. Nada puede cambiarlo, es subjetivo. Pero al otro lado de la cuerda está el dominante, el elemento que debe ser clarificador, el que esencialmente equilibra en primera instancia la relación D/s. Es él quién debe dar y marcar los tiempos de esa entrega, por mucho que la sumisa o el sumiso desee entregarse plenamente, incluso en la distancia.

Pero un dominante no puede apreciar todo eso solo con palabras, por muy profundas que sean. No se trata de valorar si esos sentimientos son verdaderos o falsos, o quizá confundidos. La balanza equilabrará aquellos con lo que paradójicamente la distancia no puede dar. La cercanía de la mirada, la gestualidad, los sonidos, son imposibles de catalogar cuando no están presentes, y terminamos dejándonos llevar más por los deseos y las ensoñaciones que por los hechos concretos. Y no se trata de dudar de la sumision y la entrega. El dominante tiene que dudar de si mismo antes de aceptar cualquier entrega sin haber comprobado que es aquello que desean ambos.

Pero ahora es muy fácil porque esa misma distancia puede crearnos falsas espectativas y rebajar la importancia de las obligaciones que tenemos hacia quien se entrega. La lectura está bien, las lecciones también, pero la vivencia no puede enmascararse y apartarse de esa ecuación. “Soy tuya” es una expresión y a su vez una reflexión tan profunda, que saltamos sobre ella como si fuese algo normal. “Soy tuya” es una forma de decir tantas cosas que parece que no queremos decir nada. Decir, “eres mía” es un ejercicio de responsabilidad enorme, que no solo hay que pensar ni sentir, hay que construir.

No es un presente, ha sido un pasado y se convertirá en un futuro. Es la acción de proteger, cuidar y sentir por tiempo indefinido, de crecer unidos en un sentimiento que no muchos comprenden y que no hay que explicar. Si el uno y el otro no son capaces de acomodarse a ello, no habrá futuro. Sin las emociones sensitivas, esto no sería posible y en verdad, hacen de la dominación mental algo aún más poderoso porque se pueden maximizar las sensaciones y las emociones. No concibo la pertenencia ni la posesión si antes no he visto los ojos sonreir y llorar, ni percibir los cambios estimulantes de una piel ante una palabra. Y ni siquiera hablo de contacto físico.

Eso determina las decisiones. Las distancias aunque sean grandes pueden dar pistas y muchas, pero no la certeza y mientras yo no la tenga, al menos en lo que creo y siento, jamás podre ser poseedor de esa entrega.

Para mí solo será una posibilidad y eso, es algo fabuloso.

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