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Todo es un flash pero pasa como un flush. No hay tiempo para nada, ni siquiera para conversar. Mucho menos para prestar atención y reivindicar cosas sustancialmente importantes. El valor lo pone el mercado y el mercado manda. Se nos ha ido de las manos, todo, y somos nosotros mismos, los que manejamos el cotarro aunque no tengamos ni idea de que va todo el rollo. Las oleadas han llegado y no estábamos preparados porque en realidad pensábamos que no había nada de lo que prepararse, pero aquí están. Aún pensamos que estando en nuestro reducto fortificado de nuestro conocimiento y experiencia podremos con ello, pero me temo que no. O nos adaptamos o seremos un recuerdo que se perderá en el tiempo.

Ahora nadie dedica tiempo en buscarnos, en hacerse valedores de nuestra atención, de nuestra sabiduría que aun siendo poca, es honesta y verdadera. Nadie dedicará conversaciones en una mesa donde explicar el porqué de las cosas y las acciones, porque éstas ya deberían darse por hechas y porque en el fondo, hoy es lo que prima, lo que en verdad se demanda. Estamos obsoletos, somos carne de un pasado reciente y que perduraba en el tiempo, arrasados por nuevos contendientes, menos sabios pero más listos porque se han adaptado mejor al entorno y porque sobre todo, dan lo que se demanda. Acción, pura y dura, directa, sin ambages ni miramientos. Y aunque se llenan de subterfugios, en esta guerra, sí que vale todo.

Ahora somos los que estamos tras el escaparate, en esa sección de gourmet donde nadie entra, asustados por la calidad que hay tras el cristal por la distancia que nosotros mismos hemos trazado y que antes tenía un motivo. Ahora, la marca blanca, la que no tiene nada detrás, ni nombre ni experiencia pero si la capacidad y la decisión de dar a quien sea que fuere lo que le pida o directamente saltando del estante a la puta cara porque si no lo hace él, otro se adelantará. Ellas simplemente no tienen capacidad de elección porque desconocen lo que deben elegir y las marcas blancas no tienen ni hacen ninguna distinción. El gourmet está muy apartado, en un rincón, desplazado por la marca blanca, oculta entre el muro de estupidez que no deja ver más allá que lo que se puede leer.

Terminaremos engordando como los hígados de los patos y aún así, seguiremos estando tras el cristal, ocultos. De nada nos servirá. La moda pasará y seremos olvidados volviendo a nuestro oscuro reducto de dominación hasta que lleguen días mejores y podamos renacer si aprendemos la lección.

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