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El amor es un artificio de movimiento estático. Ni mueve ni es movido por nada. Su existencia depende de un motor creador. Aun siendo una de las cosas más irracionales y abstractas que se pueden sentir, tiene un fundamento racional inabarcable. Pero todo esto es opinión y al igual que los culos, todos tenemos uno. Mucho se ha escrito sobre el amor, poco sobre el amor en el bdsm. Igual tiene poco tirón o quizá poca cabida, en cualquiera de los casos no es algo que llame demasiado la atención.

El bdsm tiene un componente romántico, quizá demasiado escondido a veces pero que sobre todo las sumisas son capaces de entender y expresar mejor que los dominantes. Para nosotros introducir la variable del amor en una relación D/s nos genera una gran cantidad de emociones que preferimos evitar. A veces, resulta imposible y el daño que recibimos es devastador. Cosas del falling in love.

En cambio, tampoco somos capaces de asumir con naturalidad el rol de la sumisa cuando incluye esa variable amorosa en la relación. Para ellas resulta difícil de separar. La literatura lo expresa con mucha precisión y hermosura pero tampoco me voy a poner en plan cultureta que sobre estos autores hay gente que ha escrito y escribe con mucho mayor criterio que yo. En todos ellos, incluso en los más salvajes y brutales, el amor en la sumisa es clave para poder entenderlas. No solo me refiero al amor rosa, ese amor soft y edulcorado que a ellas les pone tontas y a nosotros de mala hostia. El amor en un sentido más amplio de la palabra.

Porque la sumisa puede estar enamorada de las manos de su amo, de como infunden respeto y como se sienten es su piel. De su mirada, oscura y penetrante. De su voz suave y desgarradora. Del trato que le presta o de la totalidad de la enseñanza y de como ahora se siente y se compara con su yo pasado. Ese componente, variable pero que poco a poco se hace estático e inalterable, nosotros no sabemos como manejarlo. Por eso huimos de esos sentimientos o nos escudamos en la perseverancia de nuestra agresividad.

De ahí que siempre vayamos un paso por detrás de la sumisa aunque ella esté con la mirada baja justo detrás de nosotros, como es su obligación. Solo la creatividad nos hace estar por delante. Un dominante poco creativo se convierte en un anacronismo que se perderá en el tiempo.

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