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¿Cuánto tiempo se había sentido como la escala de blues? Su cuerpo, pulsado sin compasión y alegría, hacía tiempo que había perdido cierto sentimiento. A veces, cuando él miraba y sonreía después de abrazarla por la cintura, le susurraba al oído. Blue note le decía y ella se derrumbaba entre la melancolía y ese frenético deseo de volver a estar construida después de haber sido rota en mil pedazos. Pero para él aquellos instantes eran momentos cromáticos, semitonos de una vida completa que de vez en cuando desgajaba con sus manos, anudaba con sus cuerdas y marcaba con sus dientes. Sylvie reconocía frente al espejo lo que era de ella y lo que le pertenecía a él. A veces eso le entristecía, sentía que había perdido algo esencial, ese halo libertario que tenía antes de conocerle. Luego recorría con los dedos algunas marcas fugaces y otras tan severamente profundas que entendía los sacrificios que debía acometer. Sacrificios que en el fondo eran auténticos deseos de devoción.

Sin embargo, él le quitaba aquellos pensamientos que ella arrastraba desde hacía años, pensamientos sometidos a una estúpida tradición no escrita. Le escupía la verdad en la puta cara y pocas veces la entendía hasta pasados unos días. A veces eran semanas sin comprender de qué hablaba o porqué guardaba silencio. Se daba cuenta muchas veces de que su mirada baja se quedaba prendada de los permanentes pantalones raídos y se sorprendía mirándole cuando dormía, intentando subirse en la montaña rusa de su pecho y de las emociones que tanto controlaba y a ella le costaba tanto mantener dentro de sí. Estaba en paz junto a él y en guerra de trincheras cuando desaparecía. Entonces leía, buscaba conversaciones ajenas, respuestas que en realidad eran baratijas que cualquier charlatán era capaz de soltar. Intentaba recuperar aquella esencia que para él era ridícula pero que a ella, a veces, le llenaba el espíritu como los cuentos infantiles con final feliz donde el bueno y sabio, el bravo y el firme eran la misma persona. Sabía que tras todos estos años, aún no había entendido nada. Lo sabía.

En el regreso, cuando la tristeza encontraba la encrucijada del camino que contenía su vida y el camino de lo que entendía debía ser, se sentía paralizada. Le venían imágenes de su memoria reciente o lejana en las que las decisiones que ella tomaba eran en plenitud de libertad y la sonrisa de conformidad que él le reportaba incluso sabiendo que cometía un error garrafal, le confería la fuerza suficiente para seguir adelante. Después, en el error, encontraba consuelo y nunca reproche. Ella pedía perdón, en una repetición de súplicas anteriores y él, simplemente la apretaba contra su pecho, acariciaba su pelo y besaba su frente. Nunca se enfadaba cuando había que hacerlo, cuando debía hacerlo.

La furia contra la tristeza marcaba su piel en otros momentos. Y era cuando ella era feliz, rota y triste en aquellos acordes de blues.

Wednesday

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