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No es tan difícil conjugar cada uno de estos adjetivos en los sustantivos asociados a una misma persona. No es difícil darse cuenta de que se puede ser bueno, feo y malo siendo el bueno, el feo y el malo. Sergio Leone lo explicó muy bien en su spaguetti western con Lee Van Cliff, Eli Wallach y Clint Eastwood en el desierto de Almería. Muy cañí el asunto.

Pues cada uno de estos me he encontrado yo por ahí repartiendo caricias y escupiendo tabaco mascado mientras con altanería recitaban algunas de las poesías del bdsm, porque el bdsm en sus manos es pura poesía.

Ayer, comiendo unos espaguetis bastante ricos y dándole vueltas a la pasta entre el tenedor, veía como algunos se deslizaban favorecidos por la salsa, lubricaba el roce y casi no había fricción. Me gusta la pasta y me gusta comer, pero lubricar me pone cantidad. Lo malo de la pasta es que al final terminas haciendo la misma cosa y repites el menú porque complicarse la vida es un poco jodido, pero si te especializas en saber vender bien lo poco que sabes hacer, te sales.

El bueno es un personaje carismático dentro del bdsm. Va de guay y de enterado, se sabe las últimas tendencias y está versado en todo este tinglado porque ha leído mucho, ha estado en garitos oscuros donde las artes del bdsm se exponen con gracejo, o eso dice él, y lleva siempre consigo en un bolsillo el Anticristo de Nietzsche 0 cualquier libro de Bukowski. Perfectamente reconocible cuando cruzas un par de palabras porque mezcla las churras con las merinas y te concede el honor de visualizar el aborto que construye con sus gilipolleces.

El feo no se anda con chiquitas, le gustaría, con chiquitas y con maduritas pero le cuesta un poco por eso de ser feo. Se esconde y camufla de puta madre en un entorno donde eso es fundamental. Aquí todo dios está casado, no lo olvidemos y las fustas no se pueden llevar a casa igual que los moratones y marcas diversas no vaya a ser que te canten la Traviata en un descuido. Por eso, se lo montan bien hasta que se llega al cara a cara, entonces, lo que en un momento dado era entrega y pasión desenfrenada, igual se convierte en un What the fuck en toda regla. En el bdsm también hay superficialidad, ¡qué no somos tan diferentes oiga!

Pero el que gana siempre es el malo, no el tipo duro de la entrada anterior, no. El hijoputa. Ese siempre gana porque no tiene reglas, y es todo desparpajo engañando al personal. Para cuando te quieres dar cuenta, te ha molido a palos, estás dentro de su coleccionable de troquelados a tamaño natural, se conoce al dedillo todas tus cuentas y te tiene agarrado sin usar ninguna cuerda. También es que no sabe usarlas, claro. Lo hacen bien los tíos estos, son la mezcla perfecta del bueno y el malo y como se suele decir, unos crían la fama y otros cardan la lana.

Hay muchos, son manada, legión, ejército, una tropa que te cagas y que cuando sale a la luz creen dar miedito. Su creencia de sentirse intocables e inteligentes les hace ser lo que son, unos tontos de los cojones.

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