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Si alguno aún piensa que una sumisa es una puta o una perra, es que se lo tiene que hacer mirar. Hay cierta diferencia en que la sumisa se comporte como una puta o como una perra a que lo sea. Si el ligero matiz que tiene la semántica no es claro, como dominante eres un patán y como sumisa eres lamentable. Y es una cuestión de posicionamiento. Parece que esto es una guerra de guerrillas, donde los amos con su verborrea y prepotencia, que ellos creen innata y de origen cuasi divino, desprecian a las sumisas con perlas de un profundo calado. ¿Eres perra? es una pregunta habitual. La sumisa curtida en gilipolleces de dominantes de postín debería contestar ¿y tú eres gilipollas?. Algunas lo hacen, con dos cojones, ante la avalancha posterior de improperios vertidos sin orden ni concierto por la farándula del desparpajo dom. En cambio, la mayoría, simplemente por complacencia o por desconocimiento, ve tú a saber, se posicionan rápidamente a cuatro patas y permiten que las vilipendien sin más. Ellas además entienden que lo que ellos hacen es lo correcto, son amos, superiores, fantásticos y entonces les hablan de usted, ante el insulto y el desparpajo del desprecio.

¡Anda váyanse ustedes a tomar por el culo! Porque una cosa es el juego, el rol, el hacer que la sumisa se sienta puta en un determinado momento, sea más o menos prolongado y otra, la de someter a fuego emocional esa condición para que se la crea. Una sumisa no es una puta, reitero, ni es una perra, ¡guau guau! Una sumisa es mucho más que eso. Pero nos podemos quedar en esa superficie donde evitamos romper la tensión superficial no vaya a ser que nos ahoguemos en nuestra propia mierda de conceptos de manual. Soy un caballero….eres un papanatas. Soy tu señor omnipotente…eres un pajillero. No lleves bragas a la oficina o a clase o a la compra… ¡menuda demostración de dominación más ridícula que otra cosa!

Todos éstos, cuando en el fondo tienen que dar respuesta a toda la parafernalia que se montan alrededor, terminan demostrando que son unos mequetrefes y que sin los apuntes que han tomado en el rincón del vago de los dominantes, no tienen ni puta idea de nada, porque en el fondo, todo está basado en eso, yo soy yo y tú, sumisa eres la circunstancia que te hace ser mi perra, ¡guau guau! Entonces cuando se topan con la realidad, piden perdón, se subyugan a su propia estupidez y generan un montón de risas. Soy Amo, Lord, Sir, Máster, algunos dos de esas cosas en el mismo nombre, lo que raya lo ridículo y redundante. Hablan con vehemencia sobre lo divino y lo humano, y con la condescendencia de tener a su perrita en su regazo tras las teclas. Soy propiedad de, bajo la tutela de, en manos de, siguiendo el camino de. Como si todo eso hubiese que publicarlo con el único afán de engordar nuestro ego, de sentirnos plenos para que los demás vean la suerte que tenemos y los demás, pobres mortales e ignorantes, que no saben lo que se pierden, jamás estarán a la altura de esto que tanto amo, despreciables vainillas.

Y así podríamos seguir hasta la eternidad y entenderíamos que todos aquellos que son dominantes no lo ocultan pero no lo enseñan y todas aquellas sumisas, respetan a sus dominantes bajo el anonimato y el respeto, la educación, el compromiso y la discreción.

Luego, podemos sacar los cromos e intercambiarnos a las sumisas, o perras que para algo hacen lo que nos sale de la punta del ciruelo y ellas, aceptarán de buen grado lo que les propongamos porque recordemos, somos seres superiores y ellas, ya veremos que les dejamos ser.

 

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