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Las noches se hacen tan largas como nuestros deseos. La música retumbaba en sus oídos pero ella estaba ausente, con la mirada perdida en una manos enguantadas mientras a su alrededor, sus amigas reían y bebían. Hacía mucho se había perdido en la conversación y cada uno de sus pensamientos giraban en torno a lo mismo. ¡Oye nena! ¿hace cuanto no follas? La pregunta de una de sus amigas le devolvió a la realidad. Ayer, contestó sin pensar. Su cara debió sorprender más que la afirmación cuando todas ellas dejaron de moverse clavando la mirada en su gesto. Quiero decir que no me acuerdo, rectificó. Pero era demasiado tarde.

¡Ah no, de eso nada, suelta ahora mismo a quién te has zumbado cacho guarra! Se veía venir, pensó mientras meneaba la cabeza en un intento desesperado de hacerlas cambiar de opinión. Pero sabía que iba a ser imposible. Ella misma se ponía igual de pesada cuando eran las otras las que tenían sus flirteos. De verdad, ha sido sin pensar, en realidad no lo he hecho. Intentó fingir una salida airosa con una sonrisa demasiado falsa para ser creíble. Entonces llegaron las preguntas.

¿Quién es? ¿Cómo se llama? ¿La tiene grande? ¿Está casado? ¿Tiene pasta? ¿Te los has tragado? Las preguntas se solapaban y ellas mismas se descojonaban cuando las hacían, pero esperaban la respuesta, como presas agazapadas buscando que el cervatillo hiciese un movimiento en falso. Creo que es mi jefe, contestó, pero no he follado con él.

¿Cómo que crees? Joder nena, o es tu jefe o no lo es, le dijeron casi al unísono. La siguiente hora y media fue un bombardeo constante de preguntas con respuestas poco clarificadoras. Cuando al final se centraron en todo aquello que no tenía que ver con el sexo y que le hacían recordar diferentes escenas y debió notarse su sonrojo, explicó con todo detalle la escena del despacho. Incrédulas por lo que escuchaban querían saber más cosas sobre aquel hombre al que le importaba bastante poco que le observasen. Se sintió estúpida contándolo así que omitió el detalle de los guantes y su fugaz y nocturna perversión con ellos. Les hizo una detallada descripción, algo que hasta ese momento no había pensado. Se salía de la norma, no era un hombre corriente se decía. Él podía estar ahí como no estarlo y eso no le preocupaba en realidad. Se dio cuenta por primera vez que era mucho más grande que ella y no supo definir si su aspecto era descuidado o todo lo contrario. Era un verdadero enigma que había despertado algo en su interior.

Mientras ellas hablaban, ella olía el café, contestaba ya de manera automática recreándose en la barba que escondía una sonrisa hermosa. Se dio cuenta entonces de que siempre estaba sonriendo, excepto cuando le hablaba en susurros a aquella mujer en el despacho. En aquellos momentos su mandíbula explotaba de la presión y escupía palabras incomprensibles que cambiaban el rostro de ella. Y los gruñidos, camuflados por el sonido de las embestidas.

¡Eh! ¡Vuelve! Queremos conocer a ese tío.

 

Wednesday

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