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Nos cuesta entender ciertas cosas a veces, será porque somos un pelín obcecados o simplemente gilipollitas. Me he encontrado muchas veces con gente que me pregunta cómo es posible que cuando deslizo las cuerdas por la piel no pongo cara de sádico, o de pervertido (que lo soy), o de enajenado sexual. Y muchas de esas veces me lo dicen las propias mujeres, como si eso fuese un plus en esto del bondage. Incluso explicando con una sonrisa que no entiendo que tiene que ver los cojones con comer trigo sigo recibiendo esa mirada de incomprensión, como si les faltase algo. Una hostia probablemente.

De esta manera, mi única reacción es saltarme muy ligeramente ciertos patrones de seguridad y tensar la cuerda, deslizar un poco más los nudos por su entrepierna y que sientan que su cuello queda un poco más tirante. Entonces sienten la incomodidad y empiezan a percibir el miedo. Es lo que querían. Es lo que yo no quiero. No vas a disfrutar del bondage, les digo. Su mirada torna, esa sensación que sienten ahora no es de entrega, no es sumisión, es incomodidad. Eso no es bondage, no el que yo aprendí, no el que me gusta hacer.

Aflojo, el cuerpo se relaja, la mirada vuelve a cambiar. La cuerda debe estar así y se lo enseño. Puedes hacerte mucho daño si hago esto. Vuelvo a tensar y se muerde el labio de dolor. El bondage es placer, no pasarlas putas porque a mi me salga de los cojones o por lo que tú creas que es. Quieres dolor, lo comprendo, lo tendrás. Las marcas de las cuerdas te lo recordarán mañana, pasado mañana y querrás volver a sentirlo. Si tenso la cuerda, no querrás jamás volver a estar atada aún sabiendo que ha sido tu estupidez la que ha hecho que te enseñe delicadamente que te puedo partir en dos.

Esta cuerda, tan poco tensa, la cuerda floja, es la que me hace estar atento, pendiente y dedicado completamente a ti. De manera excepcional viene alguien que se deja llevar y su entrega es absoluta. Entonces es su cuerpo el que guía mis manos, es su mirada la que realiza los nudos, es su piel la que escribe el poema de las cuerdas.

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