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Pensó mientras se miraba al espejo lo sensual que parecía habiendo elegido aquella ropa interior que tanto le gustaba. Sabía que él imaginaba como se vestía despacio y elegía la ropa que le mostraría más adelante. Era un deleite que además le excitaba. Recorría con la mirada su cuerpo imperfecto, lo sabía, pero que él adoraba y mimaba como si fuese el de una diosa, la suya. La gota de perfume recorría despacio el camino casi prefijado entre sus pechos, donde el calor haría explotar los efluvios alcohólicos y donde él se perdería con sus labios o sus cuerdas, la suavidad y la violencia. Se abotonó justo sobre el pecho y la piel generosa se erizó un poco buscando estímulo mientras los dedos acariciaban por encima de la falda el pequeño lazo que adornaba la ropa interior. Le daba ese toque adolescente y rebelde estúpidamente ridículo y sexy.

Pero todo era un envoltorio, el adorno que a él le gustaba contemplar durante unos segundos, aquellos en los que la veía bella por fuera, sexual y hermosa, un poder que muchas explotaban pero no tantas entendían porque ellos tampoco lo hacían. Sentía la mirada escudriñando cada centímetro de la piel al descubierto, las curvas infinitas y los pliegues de la edad y sonreía. Ella se veía hermosa porque él miraba con hermosura, con respeto. La primera vez que sintió esa mirada le preguntó, sorprendida que significaba. Él, como siempre guardó silencio, alimentando con su mente la pregunta y sacando la respuesta del interior de su cabeza. Pero a ella le costaba, no entendía a veces los motivos de sus actos aunque al final se daba cuenta de que tenían sentido.

Si no hay respeto, no hay nada. Le dijo. Bien, pensó ella, pero no sabía en realidad lo que debía pensar.

Puedes ponerte la ropa más hermosa, adornar tu cuerpo como desees, me gustará, ¿cómo no iba a hacerlo? Desnúdate y veré un cuerpo hermoso y una piel receptiva, llena de emociones y sentimientos. Pero todo ello es el calentamiento, es la respiración constante que prepara para el verdadero esfuerzo y el de cada uno es diferente. Todos tenemos esa parte sexual que algunos subestiman y otros, al contrario, ensalzan, sin darse cuenta de que van de la mano de otras cosas. Nos encanta el sexo pequeña, sin embargo, la erótica no está ahí. Cada uno la busca donde puede o le dejan.

Es tu bondad, tu poder, tu fragilidad, tus dudas, tu rabia, tu silencio y tu grito, tu amor y tus gemidos. Todo ello te hace extremadamente erótica y eso me permite dominarte, atarte, azotarte, violarte sin motivo y sin pudor, beber tu sangre, curar tus heridas, atormentarte y suspenderte en un limbo de paz y de dolor. Y para todo ello no necesito el perfume, la ropa interior ni el maquillaje.

No lo necesito pero lo quiero, lo quiero porque lo haces por mí, y eso es lo más asombroso que puedo recibir. A cambio, yo te hago ser lo que eres en realidad.

 

Wednesday

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