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La estática, ese ruido que se produce en el vacío de la comunicación, se adueñó de lo que le rodeaba. Tampoco es que le importase demasiado, se sentía cómodo en ese estado en el que no interactuaba con nadie y con simples gestos conseguía aquello que necesitaba. Era bueno para él, sin duda. No sentía ni la tentación de abrazar algo que por sistema le perjudicaba. Confiaba en sí mismo, en el criterio que había adoptado hacía ya una eternidad. Era como estar en una burbuja que le impedía ver lo que había más allá de lo que su vista podía alcanzar y siempre, podría girar sobre sus pasos y dirigirse a algún lugar mucho más cálido para sus sentimientos.

Cobarde, le llamaron. Posiblemente tuvieran razón, pero ¿a quién le importaba? ¿Quién no había sido cobarde alguna vez en su vida? Sentía que para tener paz había que tener la valentía de afrontar que solo se podía conseguir con algo de cobardía. Los valientes servían para otros menesteres, los mismos que él antes había desarrollado. Agotado por combatir dragones con corazas de algodón, casi a pecho descubierto, recibiendo lanzadas a diestro y siniestro por disputas que no iban con él pero que hacía suyas a sabiendas de que la victoria, jamás se decantaría de su lado. Entonces se sentía un valiente, tragando la sangre que brotaba de su boca después de los exabruptos, de la congoja de los insultos recibidos, de los agravios vertidos en unos cimientos de barro. Daba igual, en aquellos momentos se partía la cara y la vida cuando era necesario. Nunca pensó, o quizá no quiso pensar, que no servía para nada. En un mundo donde la opinión tiene más valor que los hechos veraces y certeros, dónde cualquiera puede difamar, escupir veneno e injuriar sin que nada ni nadie llame a su puerta y le reviente la boca y le parta las manos.

En esa esfera de ruido, niebla sonora que le mantenía ajeno a la realidad, de vez en cuando y para su sonrisa escondida, el recuerdo de aquellos labios rozaba su realidad actual de la misma manera que nos sorprende el más minúsculo espectáculo estelar. Y entonces se daba cuenta de que por ellos, cambiaría esa verdadera cobardía por la falsa valentía que da el sabor de la sangre derramada para volver a besar unos labios como aquellos.

 

Wednesday

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