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Sólo necesitas una persona que te comprenda para dejar de sentirte un incomprendido. Solo una, nada más. Encontrar a esa persona ya no es tan sencillo. Imagino cada día millones de bosques y millones de personas perdidas en ellos, una en cada uno, deslizándose entre los árboles, viendo siempre el mismo paisaje, troncos, ramas caídas, hojarasca, kilómetro tras kilómetro de tú vida.

Abrazando cada corteza esperando que esa en concreto te transmita lo que las anteriores no hicieron. Pero todas son iguales, no son lo suficientemente ásperas ni lo suficientemente gruesas. Entonces acaricias esa rugosidad introduciendo los dedos en los pliegues, deseando que esa primera capa se desprenda y puedas contemplar la verdadera cara que te ancle a sus raíces. Sintiendo la resina pegarse entre tus dedos, esperando que sea el pegamento que te haga permanecer allí.

Al poco, te das cuenta de que es lo mismo, misma corteza, nada de sustancia, el adhesivo se diluye y las marcas de la superficie solo son superficiales aun siendo dolorosas. Y sigues tu camino, procurando ser más cuidadosa en la siguiente ocasión aunque te hayas dado cuenta de que has perdido la cuenta de las veces que te has sentido igual. Pensando que quizá tu bosque no es el adecuado o simplemente que tú no estás hecha para ese laberinto. Y dejas de sentirte como Teseo, incapaz de superar cada una de las pruebas que tú misma te impones.

Quizá sientes que tu error está en la propia búsqueda y te rindes, arrodillada, con las piernas clavadas en el barro de tus propias pasiones, los brazos postrados sobre las piernas y las palmas de las manos hacia arriba. El terror te invade como cada día cuando descubres que quizá no encuentres lo que deseas y necesitas. Quizá sientes que tu error sea seguir buscando, entonces la rendición envuelve tu espíritu y sollozas sin consuelo. Entonces quizá tu error sea no haberte dado cuenta de que tu búsqueda no es tal, porque él te encontró, te encuentra y te encontrará aunque no te hayas dado cuenta. No necesitas ver, deja caer la tela que oculta la luz que te iluminará porque ahora él es tu guía.

Al alzar la mirada, la pradera se extiende hasta el infinito, el viento mece la hierba con suavidad y frente a ti, solo un árbol, robusto, perfecto, frondoso. Enjugas tus lágrimas antes de pena y ahora de alegría. Has llegado a casa.

Wednesday

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