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Hacemos poco caso a los gestos sencillos, los que verdaderamente tienen una carga emotiva sorprendente. Nos quedamos en los estándares que nos han recomendado, aconsejado o enseñado. Viene a ser lo mismo en realidad. Repetimos clichés sin ningún tipo de miramiento, sin entender ni profundizar en lo que supone cada una de las acciones que realizamos. Nos jactamos de ensalzar una comunión que, si bien puede que no sea inexistente, seguramente es un refrito que a su vez es una amalgama que alguien en su momento idealizó y que los demás, trasladamos en un copia y pega delirante a nuestra vida. Como si ésta se pareciese a la de los demás, por supuesto. Etiquetamos fotos, momentos y situaciones ajenas para hacerlas nuestras y además, creer que en el fondo lo son. Ese océano es tan grande e insondable que cabe todo, para bien o para mal.

Cuando ella pasó la mano por sus hombros, la luz del sol hacía rato que iluminaba toda la estancia. No sabía por qué, pero desde que descubrió que todo era mucho mejor y más sencillo a la luz del día y con la claridad que aportaba, sonreía más, incluso en los momentos más duros. Habían hablado tanto y durante tanto tiempo que las charlas terminaban siempre derivando en cosas absolutamente intrascendentes y por ende divertidas. Todo lo importante se había dejado a los intangibles, eso que uno ansía toda la vida encontrar y que la propia vida cada vez ponía más difícil. Ellos habían superado una prueba durísima y allí estaban, inseparables para siempre. Reían con los para siempre porque les parecía demasiado tiempo para tan poco espacio.

Su estado de ánimo se reducía a dos colores, rojo y negro y así lo plasmaba ella en sus uñas. Era un mensaje sutil que enviaba y él comprendía y aceptaba al instante. Cada uno significaba una cosa concreta y como buenos amantes lo mantenían en secreto, un juego que ellos dos sólo compartían y disfrutaban. A veces ella se cortaba el pelo y le sorprendía, otras necesitaban que él aportase algo diferente a su decisión. La fuerza de esa opinión era tan fuerte que sin darse cuenta hacía todo para él, con naturalidad y humildad. Y era curioso como esa palabra apareció de manera espontánea en una de las infinitas conversaciones. Jamás imaginó que la humildad fuese la base de aquella sumisión. Siempre pensó en el miedo a no ser suficiente o capaz pero nunca en que siendo humilde llegaría tan lejos como había llegado.

Tenían poder, ambos. Tenían tanto poder el uno sobre el otro que las líneas que cualquiera podría trazar no solo estaban superadas, también se habían difuminado en el el tiempo. Eso les permitía saber cuál era la posición de cada uno, sin florituras, en bruto y descarnada sinceridad. Ella era feliz en su lugar y también en el lugar dónde él quería ponerla y no importaba nada de lo que hubiera alrededor. El sexo, una vez superado lo estereotipado era una cosa fuera de lo común y todo era más sentimental y emocional que físico. Eso no quitaba que terminasen reventados después de sus juegos maquiavélicos y perversos. A fin de cuenta, como él le dijo una vez, la vida es eso que llenas de gemidos y lloriqueos mientras otros hablan con palabras vacías de lo que debería ser lo que nosotros hacemos.

Todo esto lo pesaba mientras deslizaba la mano desde los hombros y la espalda hasta el culo. Lo apretó mientras le daba un beso en la mejilla y le enseñó el color de las uñas de la otra mano. Ambos sonrieron mientras giraban la cabeza para seguir viendo el paisaje iluminado por el sol.

Wednesday

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