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La vida son trozos de miseria y calidez entre mezclados para que podamos soportar el paso del tiempo. Los charcos que en nuestra juventud eran motivos de sonrisas ahora no son más que obstáculos que impiden que lleguemos a nuestro destino medio segundo antes. Pocas cosas le quedaban de aquella época, si acaso los recuerdos que calentaban su piel cada vez más esporádicamente y algunos objetos que hacían difícil una separación completa. Su cuerpo no había cambiado, lo justo por el paso del tiempo, pero se mantenía ágil y en forma. La piel seguía siendo suave y elástica y escondía el recuerdo de las cicatrices físicas y emocionales que, de cuando en vez, acariciaba para rememorar que en un momento de su vida fue lo que siempre quiso ser. Había cambiado poco, en ocasiones un ligero cambio de color en el pelo, rompiendo una cadena invisible en la que se saltaba una regla no escrita y que le permitía adentrarse de manera fugaz en esa libertad que nunca quiso. Era más por rebeldía que por necesidad y cuando había consumado la fechoría se sentaba en algún rincón de la casa, curiosamente el mismo siempre, a llorar desconsolada. No le servía de mucho, se decía casi siempre mientras soplaba el té humeante que él nunca soportó. Pero eso daba igual.

Cuando caminaba por los pasillos y en días muy concretos, le asaltaban esas imágenes poderosas en las que ella y Sylvie eran sometidas a un poder que jamás volvió a encontrar. Se restregaba contra la pared intentando aumentar la intensidad de aquellas imágenes, pero era un intento inútil de querer volver a la vida lo que ya había muerto hacía mucho tiempo. Luego sonreía porque nada de todo lo que había pasado le provocaba ni un atisbo de arrepentimiento. Seguramente era todo lo contrario, aunque a veces sentía que algo se le había escapado de entre los dedos y no conseguía averiguar en qué había fallado. Las culpas eran repartidas, nadie se libraba de aquel desenlace, pero la desazón siempre salía a flote y miraba fijamente a sus ojos culpando de alguna manera su actitud ante el desastre.

Y tras estos pensamientos caóticos y claramente oscuros tenía la certeza de lo vivido, de aquellas sesiones maratonianas donde se perdía en un mundo brutal y rabioso, donde su cuerpo era el objeto que siempre quiso que fuera, donde el dolor era la prolongación de la misma vida y donde la mezcla de los labios femeninos y las manos masculinas construían el mejor y más cálido agujero en el que esconderse. Cuando su cara se llenaba de la saliva que estaba destinada a ella, cuando cumplía obedientemente las indicaciones hechas con un solo dedo y tras toda aquella vorágine infernal, se sentía rodeada del calor que se necesita y sobre todo comprendía cuál era su sitio.

Ahora, desubicada y algo perdida, solo podía esperar que el pasado regresase o que el futuro fuera lo más benévolo posible con ella. Cerró su abrigo, se colocó la bufanda y frente al espejo, puso la boina francesa que tanto le gustaba a él. Forzó una sonrisa y se lanzó en busca de nuevos charcos con la esperanza de unir los trozos de miseria y calidez que aún le quedaban en esta vida.

 

Wednesday

 

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