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Cuentan, circula un rumor, una historia increíble y épica sobre la historia de un dominante que miraba fijamente a las sumisas, pero sin mirar, como con desdén, con displicencia divina y éstas, caían rendidas, arrodilladas ante sus manos abiertas y dispuestas a ejercer el control. ¡Qué bonita historia! Esa figura erguida, sempiterna e inflexible, con mirada de penitencia, como la del Motorista Fantasma pero sin la calavera, que con un simple tic de uno de sus ojos es capaz de ordenar sin un solo susurro, sin un gesto. Es el paradigma del dominante.

Pero hoy, esa leyenda se ha diluido, ahora todo cristo puede ser ese dominante, usurpando esa figura porque por internet, esto se puede hacer sin mucho problema. Solo es necesario consultar un par de docenas de páginas y luego elegir a quién le contamos la milongada. No se diferencia mucho al truco del tocomocho, siempre hay incautos o incautas fácilmente manipulables, y con esto de las miradas penetrantes, tocar el alma antes que el coño, follar la mente, se gana una barbaridad de acólitos. Muchas puntas de lápiz hay que chuperretear para llenar de notas un montón de libretas.

Y lo que en el fondo es la culminación de una relación D/s, donde el conocimiento del dominante sobre la sumisa y de ésta sobre él puede llegar a unas cotas increíblemente altas, donde en realidad gestos sin palabras pueden significar mucho más que conversaciones ridículas sobre el sexo de los ángeles, hoy, se ha convertido en una puta mierda. Tener a una sumisa arrodillada ante ti, sin más y que un solo roce de su pelo signifique para ella más que cualquier palabra, es algo que no tiene precio ni se puede ,medir de ninguna de las maneras. Para llegar a eso hay que hablar, está claro, pero para llegar de verdad. hay que comprender su identidad como sumisa, porque ninguna sumisa es igual ni se comporta igual y si lo hace, quemad el puto manual que han leído.

¡Qué fabulosa historia la de ese dominante!, un tótem que se está perdiendo en la vasta estepa de los ceros y unos.

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