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Me tenía calado, al menos lo pensaba. Después de diez sesiones, su comportamiento había ido cambiando, el mío también. Intentaba recordar porqué me habían convencido para ir a terapia. Seguramente para que me dejasen en paz. Lo cierto es que me estaba divirtiendo bastante. Cada vez que abría la puerta y me veía, excepto la primera vez, notaba una mirada extraña aunque no había conseguido descifrarla. A ella le sucedía lo mismo. Me hubiese encantado que tuviese un diván, sin embargo, el sillón de piel me resultaba de lo más cómodo y agradable. Se sentó frente a mi y cruzó las piernas.

La cortesía nunca había sido mi fuerte, de la misma manera que intentar dar rodeos en las respuestas tampoco. La franqueza a veces exaspera pero ella no se sentía incomoda, suponía que su experiencia profesional conseguía enmascarar las emociones. En cada sesión incidía en los puntos que no se habían tratado con profundidad en la anterior aunque la verdad es que para mí solo rozaban la superficie. Ella imaginaba y averiguaba, yo retenía, y se había dado cuenta. Dijiste que el sexo no era realmente importante, me preguntó de primeras. Posiblemente sonreí, pero no logro recordarlo.

Es importante hasta cierto punto, contesté. Ella se revolvió en el asiento asistiendo de nuevo a una pelea dialéctica donde ella tenía mucho que ganar pero le resultaba agotador. Las ambigüedades a estas alturas no son necesarias, dijo mientras cambiaba de lugar algunos de sus papeles. Sin embargo, es difícil entender como marcas la piel a esas mujeres sin esa tendencia sexual de la que a veces reniegas. Esta vez habló sin mirarme la cara. Para muchos y para muchas las marcas son una consecuencia de un instante sexual o si me apuras del propio momento sexual. Para mi es otra cosa.

El silencio que a veces se hacía entre nosotros era bastante incómodo y mi sonrisa intentaba incomodarla aún más que ella a mi con sus preguntas. Eso no responde a mi pregunta. Sigo sin comprender el porqué de tu negación en esos momentos. Hoy estaba de lo más incisiva, pensé. Probablemente solo podrías entenderlo estando en esa situación pero como es una opción bastante improbable intentaré ser un poco más concreto. Si no diferencias entre las marcas propias de objetos o incluso las que producen las manos y en ese caso tampoco es necesaria la relación sexual, incluso sabiendo que es muy probable que se produzca, y las marcas que se producen por la propia misión de la propiedad, no lo entenderás. Llegados a este punto, no es algo que yo pueda explicarte y tu puedas entender, es algo que tienes que saber y solo eso está en tú mano. En la mía está hacértelo sentir.

Abrió los ojos, incrédula, pero se mantuvo imperturbable. Solo algún tic delataba que se sentía molesta, agraviada o cachonda. Cualquiera de esas tres o las tres, quien sabe. Hay cosas que solo se pueden entender si se experimentan. La teoría solo es eso, teoría y podrás pensar y analizar lo que te venga en gana. Podrás analizar mi comportamiento y llegar a conclusiones que probablemente sean correctas, desde una desviación sexual, problema de autoestima o cualquiera de las miles de patologías asociadas al comportamiento sexual. Pero te equivocarás en todas porque todo es más sencillo.

Ahora solo depende de ti que lo quieras averiguar. Esta vez si me di cuenta de que sonreía mientras ella miraba fijamente, buscando algo. El silencio ahora se le hizo a ella incómoda y para mi desgracia, el tiempo acabó. Lo curioso del tiempo es que cuando parece que ha terminado, continúa corriendo llevándonos al siguiente nivel. Esa fue mi última sesión, cosas de las relaciones entre pacientes y terapéutas, eso si, en su piel las marcas hacen unos dibujos maravillosos.

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