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Un día, como el que no quiere la cosa, me di cuenta de que cada vez que tenía una sesión parecía que me iba de expedición al Himalaya. Tardaba un par de horas en preparar todos los bártulos y ordenarlos convenientemente. Si ese día, la sesión era en un lugar diferente, además, transportarlo y volverlos a colocar para su uso y luego repetir la operación a la inversa. Un coñazo vamos.

De la misma manera y sin darme cuenta, empecé a eliminar elementos que lo único que hacían era estorbar, ya sea por su tamaño o por su uso limitado, o simplemente porque me daba cuenta de que solo hacían el viaje pero nunca eran utilizados. Poco a poco, vi relegada una bolsa grande a un rincón y ese rincón al olvido.

Al final, algo tan sencillo como las manos, las cuerdas, y algunos artilugios que puedo contar con los dedos de una mano y que caben todos en una bolsa de piel de tacto suave son los supervivientes a la criba de los utensilios. A veces he echado de menos alguno por circunstancias muy concretas. Pero es inevitable, siempre hay variables que aunque queramos tener bajo control, se deslizan entre nuestros dedos.

Definitivamente los dedos y las cuerdas son lo mío Y no necesito más porque con solo eso soy feliz y con solo eso ella es feliz.

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