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Hace bien poco, al visionar una película* de Anna Ohura, donde el shibari y las cuerdas alrededor de su pecho tomaban el protagonismo, me hicieron comentarios que hasta ahora había dejado pasar por alto sobre el comportamiento de quién ataba y las reacciones de ella. Ante todo hay que indicar que en esta película es Haruki Yukimura quien ata y utiliza las cuerdas. Para el que no lo sepa, Haruki Yukimura es un maestro del bondage japones con una reputación soberbia. La colaboración entre Yukimura y Ohura, dio como resultado un excelente manual de sensualidad de bondage de pecho. Anna Ohura es una reputada actriz porno japonesa que sobresale por su actuación tímida y recatada, algo que para muchos es un aliciente, sin duda.

Los comentarios me hicieron pensar que quizá con nuestra forma de pensar occidental, Ohura no expresa esa sexualidad que en occidente se exagera hasta cotas inexplicables. Sin embargo, en esta película, más allá del contenido explícito, hay varios componentes que no se pueden dejar de lado. En la cultura japonesa, la expresión pudorosa o de vergüenza ante algo como el sexo es tan natural y forma parte de la genética social como ahora mismo la desvergüenza que imponemos en nuestras relaciones sexuales. Algunas sumisas y dominantes en occidente, exageramos de manera absurda la manifestación de entrega y sumisión así como el poder y el control. El porno occidental, esté relacionado con el bdsm o no, es lo que incita y enseña. Ni siquiera el public disgrace es capaz de transmitir esa sensación de sumisión.

En cambio, en la sencillez de esta película japonesa, donde lo que prevalece en realidad es el hecho de la atadura realizada por Yukimura  y de las caras de Ohura, sin casi emitir sonido alguno. Es la mirada la que desvela esa capacidad de sumisión aun no siendo ella sumisa, porque el trasfondo de la sociedad japonesa en este sentido es ese. Por un lado en occidente tenemos ese porno en el que se aprecia que las actrices no solo disfrutan lo que hacen, sino que lo exageran, pervirtiendo una realidad inexistente. Por otro lado tenemos el contenido pornográfico japones, poco cuidado en la escenografía pero donde el sentimiento maniqueo de la dominación y la sumisión están en su sitio exacto.

Como todo, es cuestión de gustos. Pero es evidente que en una sesión donde la sumisa que se enfrenta con un dominante sin ningún tipo de pudor, está desvirtuada desde el inicio.

*Big Tits Bondage – Haruki Yokimura – 2003 CineMagic Co. Ltd

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