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A veces, sentado y charlando tranquilamente con una sumisa me doy cuenta de todas las carencias y dificultades con las que tienen que enfrentarse. Desde fuera uno puede hacerse una idea, aunque casi siempre ni siquiera podemos percatarnos de ella, pero en el momento que se plantan frente a ti y no saben realmente como deben actuar, solo por el mero hecho de si sienten que hacen lo correcto o no. Terminan por no hacer nada, arrinconadas, cabizbajas, con la voz en un fino hilo, sin capacidad de decisión o maniobra. Así llegan ya sea por el desconocimiento y el mal asesoramiento o porque un simpático cavernícola les ha enseñado que su única misión es obedecer, sin más.

Los ojos dicen mucho, los gestos también, y la voz es la expresión temerosa de ambos. Y todas piensan que lo que han leído se debe seguir a pies juntillas. Error. Muchas otras no tienen ni idea y llegan a ti y pretenden tomarte el pelo. Algunas incluso lo consiguen. Pero al final, el resultado, es el mismo. Carne de cañón. Y resulta que lo primero que les dices es que es esencial que exista la discreción y la paciencia porque todo requiere un tiempo y ese tiempo no es exacto ni el mismo para unos u otros. Que el tiempo en todo esto, es el cimiento de una construcción que se pretende firme y segura y que sin él, simplemente es un juego de yo pego y tú recibes y que monos somos los dos. Cuando explicas esto tan esencial, tan básico y fundamental, te encuentras con una mezcla de sensaciones en sus miradas y gestos de lo más significativos. Por un lado la aceptación de estas palabras de la misma manera que aceptan todo lo leído, sea de quién sea, y por el otro una mirada furtiva que viene a decir que yo no tengo tiempo para estas cosas así que a mí me lo explicas en su versión exprés.

Claro, cuando percibo esa mirada, les acompaño a la puerta y con una sonrisa muy educada les mando de vuelta a su reducto de lectura y prisa. Que igual no entendieron Historia de O o la tienen tan idealizada que se piensan que todo es igual. A través de internet todo esto es imposible de percibir y únicamente puedes guiarte por tu instinto. El problema es que el instinto en estos casos no sirve ni para tomar por el culo y casi siempre te equivocas. Cosas de los bytes.

Siempre puedes escuchar como un papanatas te da consejos sin habérselos pedido, claro, porque el que aconseja siempre lo hace sin importarle que a ti, si que te importa un carajo lo que piense. Y siempre alude a su experiencia y a la pléyade de fotos de tetas con su nombre, como si eso fuese una carta de presentación infalible. Asquito chaval.

Me pertenece un tiempo para enseñarte que tú, sabes atarte los cordones de los zapatos pero eso no te hace ser zapatero.

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