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Odiaba dormir boca abajo, la sensación de no poder respirar se había mitigado desde que él apretaba su cuello como si ella fuese un gorrión diminuto y sentía el crujir de las vértebras justo antes de que se rompieran. Pero el malestar por el dolor palpitante de su culo y la desazón con la que estuvo todo el día anterior por aquella bronca, no le permitieron disfrutar del sueño siempre reparador. Marmota, le oyó decir mientras sentía una ligera brisa en su culo desnudo y dolorido. Marmota, despierta, volvió a escuchar.

Le hubiese dado un manotazo para que dejase de reírse de ella, pero no podía moverse. Quizá, después de todo, sí consiguiera dormir al sentir que, tenía las manos atadas a la espalda. No te muevas, le dijo y sigue con los ojos cerrados. Siguió sintiendo los soplidos en sus nalgas, recorriendo cada una de las heridas y sarpullidos, cada laceración y cada cicatriz más antigua. Aliento frío que le erizó la piel y le traslado a cualquier lugar lejos de allí, pero con él detrás. Luego un frío mayor, resbalando hacia sus piernas y los dedos, esta vez, posándose suavemente sobre la carne. Notó como extendía una fina y fría película resbaladiza con olor a cítricos en círculos. Con una mano en sentido de las agujas del reloj y con la otra, al contrario. Escucho su risa, suave, algo malévola y le preguntó en que pensaba esperando un cachete o un cállate. Sin embargo, volvió a reír, esta vez más alto, casi en carcajada y se soprendio porque era la primera vez que le oía así. Abrió los ojos, pero entonces paró. Ciérralos, le dijo.

Volvió a reír cuando así lo hizo. Me río, continuó, porque haciendo esto me parezco a Daniel San, observado por el Señor Miyaghi. Ella no entendió al principio. Kárate Kid, afirmó con seriedad. Era la primera vez que le oía reír después de tanto tiempo y la primera vez que hacía algo cómico, y lo estaba haciendo por ella. Comenzó a sentir entonces algo más de presión en la carne y el dolor se agudizó, mordiendo las sábanas. Después algo de calor, unas compresas húmedas y calientes se pegaron a su culo y la caricia de sus manos en su pelo, con ese aroma cítrico penetró dentro de ella.

Entonces el culo, comenzó a arder, tensó los músculos y gritó.

Aguanta Sylvie, le dijo, aguanta, solo será un instante. Entonces, volvió a poner otras compresas, esta vez frías y el dolor desapareció como si jamás hubiese estado ahí. Se acercó a su oído y le susurró, hoy quizá puedas sentarte sin sufrir demasiado, pero no te quejes, queda mucha semana por delante.

 

Wednesday

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