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Dispuso las cartas repartidas en dos mazos situándolas entre las piernas de ambos. La misma cantidad de cartas en uno que en el otro. Había optado por la baraja francesa y se sorprendió. Siempre había despreciado el póker aunque tampoco sabía los motivos. En realidad no era eso lo importante sino el porqué esta vez había optado por ella. El mazo de tu derecha desde ahora será tu torso y el de la izquierda será tu espalda, le dijo en un susurro. Levantó la primera carta, el montón de su derecha y apareció el dos de picas. Hizo lo mismo con el de la izquierda. El siete de diamantes. Apartó los naipes, uno a cada lado y le pidió que dijese dos números al azar, entre el cinco y el veinte. Tuvo que pensar, más por el motivo de la petición que por decir simplemente dos números. El siete y el trece, contestó.

Contó siete cartas del montón de su derecha y apartó las restantes. Hizo lo mismo con el de la izquierda al contar los trece naipes. Sonrió, y ella supo porqué. Sin darse cuenta le dijo los números inconscientemente. Números que para él eran muy importantes. Levantó a la vez la primera de las cartas de cada uno de los montones ya reducidos. Las cartas anteriores indican las figuras, las de ahora y por este orden, tamaño, punciones y tiempo, ¿Lo has entendido? Asintió nerviosa.

Ella miró hacia los lados, buscando ansiosa el cuchillo o un bisturí pero no había nada, solo cinta adhesiva. Él volvió a sonreír. Diez y nueve. Contó diecinueve cartas del mazo sobrante y las fue pegando una bajo la otra sobre el pecho y la espalda. Diez delante y nueve detrás. Después sacó de uno de los bolsillos traseros de los vaqueros un lapicero de carbón y comenzó a dibujar sobre su piel. Sentía el cosquilleo y la presión de la punta redondeada y la espera junto a la incertidumbre, acrecentaron la excitación. Cuando terminó, se levantó y dio primero un par de pasos hacia atrás para después girar sobre ella como el artista que se enfrenta a su próximo desafío.

Abrió un cajón y sacó una bolsa con multitud de agujas hipodérmicas muy pequeñas a estrenar. Luego se sentó de nuevo frente a ella y sonriendo le preguntó, ¿Estás preparada? Quiso gritar que no, pero no salió ni el aire de sus pulmones.

 

Wednesday

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