https://unoesloquemuestra.com
Seleccionar página

El infierno no es atractivo, no es ardiente y desatado. No hay luz en él y nadie allí brilla. Descender a los infiernos no es vivir. Se vio eufórico ante su nuevo estado, perplejo ante su poder pero desconocía el resto del mundo. El siguiente paso fue descubrirlo y ella, como antes había hecho, le tendió una mano para descender aquellas escaleras empinadas. Aquella podredumbre, ese insano olor a desprecio y suficiencia desde un primer momento le dieron ganas de vomitar y chocaba, sin duda con la luz que descubrió la primera vez. Pero se dijo que no hay luz sin nieblas y ambas deben convivir. Por muy luminosas que sean las galaxias y sus infinitas estrellas, el universo es absolutamente negro. Sin embargo, no previó que fuese aquello tan vacío.

Entendió sin duda los formalismos, ese tú y yo no somos iguales y hay una barrera inclasificable que no se puede salvar. Sin embargo, por costumbre posiblemente no entendía aquel misterio, ese que dejaba de lado el sentido común. Aun así, prosiguió en aquel umbral de mandatos, contratos, leyes escritas y algunas, las más no plasmadas nada más que en las manos de aquella fauna devoradora de todo lo que se acercase. Las fiestas, encuentros, sesiones, se convirtieron en su constante nocturna durante cierto tiempo, y al finalizar cada una, el desasosiego le invadía con un halo de rabia que cada vez era más difícil de contener. Se adentró en aquellos laberintos con mujeres que confiaron en él, algunas veces no supo protegerlas de aquella maraña de hambrienta de emociones vírgenes y deseos inexplorados. Otras veces, su posición fue tan férrea que obtuvo a cambio la incomprensión de ambos bandos. Entendía las normas, que las hubiese, pero no entendía como el sentido común en muchos casos no era el principal baluarte de aquellos encuentros.

El infierno es negro y lo despreció no por la oscuridad propia de lo que está al margen de los convencionalismos, lo despreció por la tortuosa disposición de muchos para aprovechar la coyuntura y sorber con saña la sangre ajena. Algunos hilos quedaron adheridos a su ser, personas que sobresalían de aquella negrura y que eran incluso más negras que él pero que en cambio, con sus reflexiones y acciones iluminaban todo aquel lugar.

Se alejó, subió las escaleras y decidió buscar su camino, el de su propio dominio, el de una luz que no dejaba indiferente y que cegaba más que iluminaba. Hasta que aprendió a controlar la intensidad.

 

Wednesday

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies