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Las súplicas, son deliciosas. Instantes llenos de lágrimas y esa mirada que confunde el perdón y el deseo. A mi me confunde, y me excita, y me lleva a lugares donde mi pasión se desata voraz e imparable. El calor se vuelve insoportable a veces y la piel aprende rápido, evoluciona y se adapta. Ésta no estaba muy preparada y aun así, resistía. La cobertura de color dorado era un envoltorio perfecto para sus pechos, culminados por los pezones cubiertos de cera aún líquida. Majestuosos se veían mientras las lágrimas recorrían los escozores de la piel sensible.

Pensó que sería suficiente con ello hasta que notó las cuerdas rodear cada una de sus tetas, deslizando su aspereza junto a su torso mientras iban aprisionando cada vez más, cada vez más. Esa presión empezaba a agrietar la cobertura de cera, dando un pequeño alivio cuando el aire fresco entraba en contacto con la piel ardiente. Pronto se dio cuenta de que las cuerdas pretendían eso. Cada vuelta, una grieta nueva, cada presión adicional, un trozo de la cera ya fría caía al suelo empezando a dejar ver como el púrpura moteado de sangre aparecía sobre la piel.

Sus por favor no atendían a razones. No eran nada específicos. Por favor parar, por favor seguir, ante la duda, una vuelta más, unas lágrimas más. La cuerda jugaba con la tensión sobre su clítoris y rasgaba suavemente su culo. Era un primor. Los colores de la piel, esos tonos aparentemente sutiles, se van convirtiendo en un crisol de deseos. Los pezones, en un umbral de tolerancia sensible tan alta, que cualquier roce se hace insoportable. Y eso me gusta, me gusta tanto que mi mente perversa solo es capaz de idear torturas que solo conseguirán que vuelva a repetir, que cada vez que una tela los roce, gemirá mi nombre. Y ese recuerdo de mi, instalado de forma permanente en dos lugares estratégicos, su piel y su sexo, derramado sobre mis botas, y su mente, sutilmente convertida en perversa.

Todo aquello que haga que sus bragas se empapen, le llevará hasta un solo recuerdo, mi dedo cerrando sus labios mientras marco su piel con fuego.

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