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Pequeña mía, la vida puede ser como un cuento y los cuentos pueden darnos la vida. Los recorremos con la palabra, imaginando la belleza del entorno y descubriendo personajes maravillosos, lugares llenos de luz y oscuros agujeros por donde salen las espectrales conciencias de nuestro yo adulto. Pero tú, mi pequeña, la inocencia de mi piel y mis sentidos, que disfrutas de la carcajada y del susto más intenso, te acurrucas en mi pecho mientras los temblores del miedo y la risa nerviosa traspasan mi coraza y calientan mi corazón. El mundo de los cuentos y de las invenciones es tan grande y tan libre como tú quieras y desde allí se pueden sortear los peligros de los bosques, la soledad de los desiertos, la musicalidad de las selvas, la oscuridad de los castillos y las mazmorras. Se puede luchar contra los monstruos y ser un caballero valiente y apuesto, una princesa bellísima y encantadora o la misma luna reflejándose en los estanques donde los peces bailan para nosotros al final de la historia.

Pequeña mía, la vida puede ser eso cuando te enseñan a descubrir cada escondrijo en el que las luciérnagas se esconden antes de iluminar el atardecer y también las alimañas, preparadas para devorar sin compasión la fresca y tierna carne que poseemos. Mira a tu alrededor y descubre quién está a tu lado, si es la luz o la tiniebla y aprende a diferenciar los matices de ambas, porque en nuestro mundo, las tinieblas pueden estar llenas de luz y ésta, puede ser demasiado opaca. En este mundo los héroes no hacen ruido pero están a tu lado, te observan, te sostienen, te hacen reír y llorar también. Son los primeros que te enseñarán que la decepción no les afecta porque tus fallos son los suyos y simplemente te levantarán de nuevo. Una y otra vez.

Pequeña mía, aprende de ellos, lo bueno y lo malo, aprende que todos cometemos errores y que algunos no se pueden enmendar. No porque no lo deseemos con todo nuestro corazón, sencillamente no hay manera de hacerlo y vivir con ello es una aventura. No los olvides, tenlos presentes para no cometerlos. No pretendas entender el error, entiende a la persona que lo cometió y descúbrele que incluso en los instantes más delicados el error puede apartarse ligeramente del camino para volver a sonreír, tomar fuerzas y volver a cargar con él. No sueltes la mano de tus héroes, disfruta de sus virtudes y granjéate el mérito de compartirlo, pero también observa sus errores, su parte más oscura porque en ella también hay luz y música. Deja que te cuenten la parte perversa de los cuentos, pero sin soltar su mano para descubrir que no hay más seguridad que la de tus héroes acompañándote por los campos de la miseria y la podredumbre humana. Bajo todo aquello, está la paz.

Pequeña mía, por mucho que apague la luz te sigo viendo clara y preciosa, con los dedos entre tus bucles, con la naricilla abriéndose y cerrándose en mitad de la carcajada, la menudez de tu cuerpo y la grandeza de tus lágrimas. Mi pequeña.

 

Wednesday

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