https://unoesloquemuestra.com
Seleccionar página

Le gustaba improvisar y, sobre todo, jugar. Los bancos de los parques le ayudaban a sentirse como lo que no era y se subía a los bordes de los respaldos con cierta gracia y aún algo de agilidad. Allí arriba se metía las manos en los bolsillos y como un funambulista, hacía que se caía aguantando el equilibrio mientras la carcajada resonaba entre los árboles. Ella observaba. Al principio, le miraba con algo de vergüenza ajena y no entendía como alguien tan serio, era capaz de hacer semejantes charlotadas. Con el paso del tiempo fue descubriendo que era en aquellos instantes el único momento del día donde veía al niño inocente, rebelde y pícaro que todavía conservaba dentro.

Siempre le sorprendía lo que había en aquellos bolsillos. La magia de su mundo. Allí arriba, en lo alto del banco, en mitad de aquellos equilibrios imposibles, era capaz de crear historias urdidas por su, a veces, extraña mente. Como un maestro de ceremonias presentaba la función, en voz baja para que ella se acercase lo máximo posible al asiento del banco. La noche cerrada ya se proyectaba por las luces de las farolas que impedían ver el cielo estrellado. Se intuían las luciérnagas estelares, pero él, las hacía brillar con sus historias. Luego, sacaba los hilos invisibles que se anudaban a las muñecas y ella, de un salto, se subía hasta que su cara se enfrentaba con el abdomen y el olor empezaba a impregnarlo todo.

Aquello no iba de princesas ni dragones. Tampoco de atormentadas doncellas rescatadas en el último instante por el sagaz muchacho enamorado. Ni de lobos intentando comerse inocentes jóvenes desvalidas. Trataba de como en un espacio tan reducido se podía crear la atmósfera necesaria para recrear una y otra vez una rendición sin lucha, levantando los brazos con aquellos hilos imaginarios hasta que las manos se posaban sobre los hombros tensos por el equilibrio. De cómo un ligero tirón de su aliento era suficiente para acompasar sus corazones que latían cada vez más fuerte. Y cuando todo era un perfecto equilibrio rítmico, se dejaban caer sobre la hierba húmeda, empapándose de deseo y traspasando la capa de contaminación luminosa para poder ver que su universo, el del dolor y la entrega, el del orden y el mandato, era tan grande como el que podían ver desde el suelo, pero que, a ellos, les cabía en su bolsillo.

 

Wednesday

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies