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Mientras deshacía los nudos de las botas sentía los dedos acariciar la nuca. Se mezclaban con el cabello recortado, y a estas alturas de la vida, escaso. Estaba cansado pero ese momento en el que conectaban sin siquiera quererlo le relajaba. Se quitó las botas con los pies y éstas, fueron dando tumbos hasta el final de la habitación. Ella, en un ademán por levantarse e ir a recogerlas, soltó la nuca y el cansancio volvió sobre él. Viéndola de pie, tan viva como el primer día pensó en como los caminos sucumben a las decisiones. Desde que se conocieron, ella intentando impresionar, llamando su atención y él, sabiéndolo, sonreía hacia dentro y se guardaba la socarronería para otros momentos. Luego las velas prendiendo la noche con las sombras de fantasmas y de miedo, el placer en sus ojos y el dolor en las manos, apretando el cuello, estrujando los senos en los que reposaba mientras lloraba por dentro.

Allí de pie, dándole la espalda observaba el contorno de su figura, la robustez de su entrega y sus deseos. Luego se tocaba la nuca y cerraba los ojos sintiendo de nuevo como aquellos dedos le tranquilizaban y le erizaban la piel. Y escuchaba su risa, esa risa exagerada y contagiosa, aquellos golpes certeros medio en broma medio en serio mientras le llamaba idiota. Los paseos por el parque intentando disimular el dolor y las marcas en la piel, andando de puntillas y dejando volar la tela de la falda y con ella la imaginación. Hablaban en posesivo de manera natural mientras se mordían el uno al otro, mientras deslizaba el cinturón por la cintura para enredarlo entre el pelo y el cuello, levantando la columna y haciendo que abriera la boca. Volvía a cerrar los ojos y apreciaba el contorno carnoso de los labios sonrosados, mostrando la imperfección de sus dientes tan perfectos y comprobando como el aire entraba cada vez un poco más despacio, secando la garganta y empapando la comisura con la saliva. Abofeteaba con sentido y con amor, con furia y cariño aquellas tetas hechas para él y para ello. Aprisionaba el cuello hasta que los ojos se tornaban al blanco y la piel al púrpura.

Admiraba sus formas e idolatraba su voz susurrando en el oído lo que quería escuchar. No le importaba si aquello fuese una mentira. En verdad lo fuera o no, era una parte del camino principal, aquel que todos queremos recorrer, que pocos se atreven a realizar y nadie consigue finalizar. Nos desviamos tanto de nuestros destinos que pensamos que nuestras acciones determinan nuestros presentes y éstos no son más que ilusiones de nuestros deseos.

Cuando abrió los ojos, las botas seguían estando en el mismo sitio y ella en algún otro lugar.

 

Wednesday

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