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Cuando compres el maletín de la señorita Pepis, debes recordar lo que decía el anuncio. El maletín, no tiene fin. Menudo regalo le hice para que pudiese llevar todas sus cositas ordenadas y dispuestas por si se le ocurría darme una sorpresa. Había de todo, al menos de todo lo que yo creo es imprescindible, pero parece que me equivoqué. No incluí un Ramping Rabbit, y todo el mundo sabe que es el mejor puto vibrador que existe. Me miró desafiante, incluso mosqueada y me hizo pucheros después de un joooo que me partió el alma. En realidad me partí la polla, pero por dentro, por lo bajini. Pues se dio cuenta y se enfadó.

¡Tócate los cojones!

Seguía de rodillas y meneaba la cabeza. Me dieron ganas de rascarle detrás de las orejas pero me dio un arrebato y le solté una hostia. Me jode que no muestren un poco de agradecimiento, soy así de rarito. Pero estaba enfadada, así que me retó, e hizo bien. Sabía que estaba tenso y necesitaba desahogarme. Le conté un par de chistes, malos por supuesto, y se encabronó aún más. Estaba en racha, cuanto más se revolvía, más disfrutaba yo. Le arranqué el maletín y esparcí su contenido en el suelo, frente a ella. En el fondo, una caja negra, encajada, le sacó su cara de mala follá.

¡El rabbit! Grito. Yo sonreí, cogí cinta aislante, inmovilicé sus manos con sus piernas, le metí su adorado y movible juguetito hasta el fondo y lo fijé con más cinta. Le puse una mordaza y On.

Es maravilloso tomar un café humeante contemplando los espasmos de los orgasmos ahogados por la saliva goteando de la boca al suelo. Música para mis oídos.

La pilas nuevas, alcalinas. Tendré que hacer otra cafetera .

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