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Le abultaba la vida. No sabía cómo digerirla. Las zancadas del tiempo que empezaron en pasos de niño de repente se volvieron torpes procesos para tomar decisiones. A cuenta de un pasado el presente se había convertido en un espejo frágil en el que mirarse para seguir avanzando. Sin más se vio abocado a descubrirse por centésima vez, escapando de lo anterior y desnudando las maletas para sacarlas de aquel atolladero vacías. Cualquier tiempo pasado siempre debe quedarse en el pasado.

A ojos entrenados, las marcas eran visibles, pero aquellas, las que se produjeron con el acero incandescente de la furia y la pasión, se enmascaraban en un entramado de sinsabores que poco o nada dejaba al rápido vistazo. Los fogonazos del flash y las instantáneas que recordaban la lozanía con la que se deleitaba cada día le había cegado. Ni siquiera la sangre había recuperado el sabor y los olores, agitados rubicones del que no supo tener consciencia de las repercusiones.

Ni cuando se elevaba el cuerpo en el vaivén que sostenía la cuerda entre sus brazos, la presión de las fibras reptando por la piel mientras la masacraba o cuando la contundencia de los objetos abría espacios vacíos en cualquiera de sus orificios, eran ya imágenes perfectas. El tiempo había amarilleado la esencia de los momentos y quebrado el testimonio de las súplicas y los gemidos. Los caminos, infinitos, se hacían cuesta arriba y las paredes se iban desprendiendo al mismo tiempo que las emociones, dejándolas en la cuneta mientras las observaba con tristeza, sabiendo que no tenía sentido pararse a recogerlas y maldiciéndose por la claridad del pensamiento que le decía que jamás volvería a por ellas.

Luego la chispa de los ojos y el temblor de la risa reventaba el cielo plomizo y dejaba el cielo claro y luminoso, el campo verde, los árboles frondosos y las ramas que utilizaría para volver a colocar su cuerpo en el lugar adecuado, dispuestas en el suelo. Como su pelo, como sus piernas. Siempre era bueno darse cuenta de que la vida está mirando un poco hacia abajo, yaciendo ante ti, esperando que le insufles tu dolor para darte una alegría.

Wednesday

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