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Delante de aquellas fotos, con la luz y la oscuridad bailando ante sus ojos despiertos, notaba como encogía los hombros y escuchaba las conversaciones que se sucedían a su alrededor. Echaba un poco de menos algo más de silencio, pero había aprendido a conformarse con lo que tenía en cada momento aprovechando cuando las circunstancias cambiaban a mejor y adaptándose cuando lo hacían a peor.

Los pasillos eran largos y la iluminación ayudaba a que parecieran un pozo de negrura infinita señalizando el final con una luz parpadeante. Servían vinos de diferentes variedades, pero con una sonrisa y un gesto complaciente rechazaba la tentadora oferta. Complaciente, se dijo en voz baja. Allí de pie, estilizada y encaramada a unos tacones excesivamente altos para ser cómodos, con ese vestido rojo que a él le hubiera sacado infinitas miradas de lascivia, se dio cuenta de que aquella cortesía hacia los demás había aflorado en los momentos más violentos. De manera instintiva se acarició el abdomen recordando los besos que le daba cada vez que se derrumbaba sobre su pecho aún entre las convulsiones del orgasmo. Aquella maravillosa rutina era suficiente para enrojecer las mejillas.

Suponía que a ojos extraños aquellos gestos eran imperceptibles. Otra enseñanza, la de la mesura. Gestos comedidos que al principio pensó condicionaban su libertad como mujer y que sin embargo ahora, seguía realizando sin ningún motivo aparente ni un fin concreto. Los pequeños gestos como los pequeños cortes, le dijo una vez, son los más difíciles de hacer bien. Y ella de ambos ya sabía mucho. Y sabía de los cuidados que le proporcionaba. Ahogó el llanto ante el inminente recuerdo, el de sus últimas palabras. “Brilla en la oscuridad, refulge en el luto, que sean otros, los demás, los objetos y las personas los que se oscurezcan, pero tú, brilla en la lentitud de tus pasos, en los gestos que acarician el aire, en la ondulación de tu cabello cuando lo tengas largo y en la proporción de las facciones cuando lo tengas corto. Baila cuando te descalces, sumérgete de puntillas en los recuerdos aferrada con firmeza a la realidad y al presente porque no existe nada más hermoso que los pies clavados a tu progreso, mujer.

Durante mucho tiempo no entendió muchas cosas. Él tampoco lo explicaba. Durante mucho tiempo sintió que aquello era desidia, daba a entender falta de preocupación e indiferencia. Ella necesitaba entender por qué sucedían las cosas, por qué recibía tal o cual cosa o al contrario, obtenía el silencio o una simple mirada cuando en realidad deseaba que destruyese su cuerpo y su alma. durante mucho tiempo creyó que no era suficiente para él y todo se resumía a esa necesidad meramente corporal, un deseo puramente sexual y violento. Más de una vez le gritó entre sollozos primero, luego entre suplicas y finalmente entre insultos despreciables que la había abandonado en algún lugar que ella era incapaz de reconocer.

Tuvo la oportunidad de abandonar. Estaba seguro que él no hubiese frenado aquella decisión. En su momento lo asoció a aquella extraña parsimonia para todas estas cosas. Estuvo tentada muchas veces, pero luego cambiaba de opinión. Se dijo que le daría la oportunidad de reconsiderar aquella postura estúpida, que cambiaría. En alguna ocasión le dijeron que la gente no cambia. Pero ella cambió. Cambió cuando entendió que él siempre estaba allí y que siempre estaría. Que sus necesidades no las proyectaba ella y se las proporcionaba él. ¡Cuánto tiempo perdido!

Pero cuando leyeron el panegírico las mismas palabras fluyeron con la misma fuerza que las aguas bravas. El tiempo del aprendizaje nunca es tiempo perdido. “Brilla en la oscuridad, refulge en el luto, que sean otros, los demás, los objetos y las personas los que se oscurezcan, pero tú, brilla en la lentitud de tus pasos, en los gestos que acarician el aire, en la ondulación de tu cabello cuando lo tengas largo y en la proporción de las facciones cuando lo tengas corto. Baila cuando te descalces, sumérgete de puntillas en los recuerdos aferrada con firmeza a la realidad y al presente porque no existe nada más hermoso que los pies clavados a tu progreso, mujer.”

Y brilló más que nunca en aquella oscuridad artificial mientras comenzaba una nueva rutina al coger una copa de champán y darle un sorbo a su salud.

Wednesday

 

 

Imagen: VANITES ” Mort que me veux-tu ” Juillet 2010.© Luc Castel pour la Fondation Pierre bergé-Yves Saint Laurent.

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