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La madera de olivo, gruesa y brillante, soportó el golpe con fuerza y dejó que el acero vibrase con ligereza. Casi imperceptible el aire se contraía y se expandía golpeado por la hoja grisácea. Quizá fuese una manía, pero nunca dejaba el cuchillo sobre la tabla antes de ponerse a cortar. Lo clavaba y la madera desgastada daba cuenta de ello por las innumerables heridas que decoraban toda la superficie. De fondo sonaba Shostakovich creando tensión y belleza a algo tan simple. Siempre le parecía estar al borde del precipicio bajo una ventisca con la noche acechando mientras los violines y las violas le erizaban la piel de la espalda.

Luego, cuando separaba los ingredientes y cogía las rebanadas de pan, era Prokofiev el que delimitaba los cortes con precisión en el tempo. Seguía el ritmo del corte hasta que todo estaba como él quería. Odrodzenie, se decía así mismo antes de empezar a colocar en orden cada uno de los tajos que había preparado y sonaba entonces Karlowicz. Preciso como sus vientos dejaba caer los tajos de carne y la verdura fresca sobre una mezcla de mostaza y trompetas celestiales. Cuando todo estaba en su sitio, el cuchillo volvía a clavarse en la madera de olivo y clavicordio de Bach junto con violines ligeros marchaban en un allegro majestuoso. Luego sonreía y la locura se mezclaba entre el sonido cristalino y la respiración ronca.

Ella no había dejado de mirar mientras esperaba arrodillada, acostumbrada a aquella extraña manera de hacer las cosas y cuando se giraba siempre se sorprendía al notar como empezaba a sonar el Nessun Dorma. Lloraba por la música y lloraba por el trato. Quizá era ella la loca y no él porque le invadía una sensación de plenitud y de emociones incapaces de controlar. A veces pensó si Puccini imaginó en algún momento que aquella pieza tuviese contenidas todas esas emociones en crescendo hasta el sollozo incontrolable. Él dejaba que sonase entera, mientras cogía el sándwich con una mano y se acercaba despacio, descalzo, esperando algo. Luego, el piano de Debussy y el sándwich arrojado al plato del suelo mientras pasaba de largo y le escuchaba decir un que te aproveche que sonaba grave, como los acordes del piano que inundaban ahora la casa.

 

Wednesday

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