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“Lo siento y aunque acariciar tu piel después de haberla mancillado tantas veces, no creo que sea suficiente para hacerte entender lo mal que me siento, espero que comprendas mis motivos. Nada contemplativo, siempre te he llevado a explorar esas cosas que siempre negaste y luego comprendiste que te hacían ser como eres aunque te desesperase. Te he causado dolor, auspiciado en la confianza, en silencios, moldeando tu mente para encontrar aquello que siempre buscaste y nadie te daba. Las lágrimas por la confusión siempre son más dolorosas que las que se producen por el dolor físico y de esas yo he sido absolutamente responsable. Cada gota salada la he recogido entre mis manos y la he guardado como recordatorio de que cada paso que diste no fue en vano.

Los deseos tienen la mala costumbre de acumularse en nuestra memoria y se empujan unos a otros y solo la paciencia y el respeto son capaces de mantenerlos en su sitio. Esperabas una firmeza rocosa, un rincón estúpido donde pensar y obtuviste cada una de las veces lo contrario. En los rincones no se piensa, se enceguece lo hermoso de la vista. No se mira el rincón, se mira desde el rincón, para poder entender el error. Se puede ser agresivo y correoso en la disciplina, a veces lo he sido, bien lo sabes, pero siempre preferí que las cosas se fuesen colocando con el sentido del tiempo en tu cabeza, para que tú misma entendieses los motivos de cada una de las acciones y decisiones.

Años dedicados, segundos que parecieron horas y soplidos que significaron entrega, descubrir como un silencio en mi presencia enseñaba más que una lección de palabra. Lo conoces todo, de mí y de ti, aunque sigues luchando con aquello que eras y que te hacen seguir derramando lágrimas. Y ante todo eso, ante el orgullo íntimo y la felicidad que eso me transmite, a veces me pierdo y me desvío y no me doy cuenta de que mis hechos, mis actitudes, las silenciosas y las que no lo son, los detalles, mínimos aunque sea, también te hacen sufrir. La consciencia de ello me perturba, agitas mis piernas desde tu entrega avisándome, sin reproche, solo como aviso para que me fije y esté atento, pero no lo comprendo hasta pasado un tiempo.

Pedir perdón es complicado cuando antes no se ha entendido el motivo por el que hacerlo, pero necesario siempre. No me hace más vulnerable de lo que ya soy, me hace ser lo que soy”.

La carta como siempre manuscrita le produjo sentimientos encontrados, como siempre conseguía.

 

Wednesday

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