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El grito se convirtió en gemido cuando la aguja atravesó el pezón. El sonido de la piel rompiéndose quedó ahogado cuando los dientes se clavaron en el labio inferior. La espalda se arqueó intentando distribuir el latigazo que bajó desde su cuello hasta la planta de los pies. Las rodillas apoyadas en el suelo de granito resbalaban ligeramente haciendo que las piernas se fueran abriendo poco a poco. La barra de hielo sobre la que se apoyaban las tetas mantenía el frío del cuerpo y hacían que el dolor fuese un poco más llevadero y permitía que la sangre fluyese más despacio sobre el agua helada.

Al mismo tiempo notaba la presión en su culo y como poco a poco se iba abriendo sin prácticamente dolor. Lo agradecía, pero seguramente se debía a que el dolor de los pezones era infinitamente mayor. Podía ver como su culo se dilataba a través del sistema de espejos que él había colocado y con la cabeza inmovilizada. no perdía detalle. El plug se hinchaba poco a poco. No había prisa. Pasaba la mirada a través de los espejos buscando algo que le reconfortara. Por momentos veía su mano y las venas hinchadas cuando apretaba el puño y notaba como la presión aumentaba en su culo. Su respiración se mezclaba con la de él, a distinto ritmo, a distinta intensidad. Notaba de vez en cuando el aliento en las nalgas y entonces el frío se hacía más intenso en sus pezones. Volvió a taladrarlos con una aguja más gruesa, luego sintió el sabor metálico de su sangre goteando de su lengua hacia el hielo. Se calmó un poco al notar las manos cálidas y cuarteadas acariciando las caderas y empujando los riñones hacia abajo para que la espalda formase una curva perfecta.

Él se echó hacia atrás un poco, haciendo crujir el cuero de sus botas. Se sintió observada como el objeto que era en aquellos momentos. Por los espejos veía los cordones y las sombras que iban de un lado a otro hasta que las tuvo delante. Volvió a pasear las manos esta vez desde la nuca hacia el culo y entonces, de una sola vez, sacó el plug. El aire entró aliviando la presión, pero ella lo mantuvo abierto deseando que eso fuese lo que el quería. Con la bota pisó suavemente su cara para que la acomodase en el suelo y las tetas se aplastasen contra la barra de hielo que ya comenzaba a derretirse. Notó por vez primera como las agujas rozaban la piel desde dentro y el escozor que eso le produjo hizo que gimiese. Con la cara apoyada en el suelo ya estaba preparada. Escuchó el cinturón caer al suelo y luego la primera embestida brutal. Luego el cuero del cinturón se arrastró por el suelo mojado, empapándose del agua helada que instantes después dejó caer en la espalda arqueada antes de empezar a restallar en la piel de su culo. Dos embestidas, tres latigazos. La cadencia cada vez era más rápida y cuando la sangre en la boca era todo lo que saboreaba al tiempo que la saliva creaba pequeñas burbujas púrpuras en la comisar de los labios.

Entonces paró y sin salir de ella sintió una corriente en sus peones, constante y suave que fue aumentando en cuanto comenzaron de nuevo las embestidas. Frío, sangre, agujas, dolor, electricidad, cuero, espejos. Todo aquello era un aquelarre de placer, un sueño hecho realidad e inimaginable cuando el simplemente dijo: “Sodomía“.

Wednesday

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