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¿Cuánto poder se puede enseñar? ¿Cuánto poder se puede entregar? Para él era incalculable, para ella, lo calculaba él. A ella le parecía curioso que hablasen mucho más de lo que follaban, abducida por todo lo que rodeaba al BDSM, esos flujos compartidos de diversión pública y cuanto más pública, mejor. Por eso, le resultaba curioso que él utilizase más la palabra que su polla para hacerse con su cuerpo. Él, por el contrario, entendía que las palabras eran el ariete en el que luego sus manos y su sexo conquistarían cada centímetro de su piel. Diferencias que se encontraban, discusiones sencillas que elevaban de forma misteriosa sus deseos. Cuando se hablaba de moldear ella entendió desde siempre sentirse como un trozo de arcilla, empapado por el deseo y la necesidad mientras las manos apretaban aquí y allí, pulsaban esos resortes que solo un dominante conoce y con mayor o menor virulencia empujaban en el difícil camino que había comenzado tiempo atrás.

¿Cuánta necesidad se puede producir? ¿Cuánta necesidad se puede soportar? Para él, la necesidad nunca era un límite, para ella, desde el primer segundo le pareció insoportable y esa sensación, era deliciosamente dolorosa. Las palabras creaban la necesidad de llevarlas a la realidad, de evocar como si fuese un cuento esas escenas donde el dolor se adhiere como la pintura al lienzo dibujando las líneas claras de su camino, líneas rectas sobre un camino tortuoso. Sin embargo, entre ellas, había muchos silencios, esos vacíos que llenan las historias, y conformaban lo que en realidad es el universo, incluso el suyo. Una ingente cantidad de deseo y sensaciones que empequeñecían en lo vasto de la nada. Esos silencios eran la realidad de su sumisión y la de su dominación.

¿Cuánta comunicación es posible asimilar? ¿Cuánta comunicación real somos capaces de emitir? Para ella nunca era suficiente, para él, suficiente era un término obsoleto porque ninguno de ellos determina ni el origen ni el final. El propio camino, enroscado en sus vidas lo determina. Era entonces cuando ella observaba los ojos infames mientras apretaba el cuello con fuerza suficiente para que perdiese la razón y el sentido, cuando el aire se mezclaba con la saliva y hacía aún más claro el trayecto. Y ambos no necesitaban nada más porque él lo controlaba y gestionaba cada segundo de su existencia y ella lo aceptaba como parte de sí. Después la inconsciencia del placer y el retorno del dolor.

 

Wednesday

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