https://unoesloquemuestra.com
Seleccionar página

I don´t want you to go sonaba de fondo, casi rasgando las cortinas mientras ellas peleaban, leonas en celo pugnando de manera absurda por ser la primera, por ser la mejor, por hacer aquello que las demás se negasen. Resultaba ridículo y fascinante al mismo tiempo. La capacidad de someterse tan absurda, de arrastrarse sin ningún motivo por un triunfo superfluo y que como mucho, tendría unos pequeños instantes de satisfacción. Él lo sabía, ellas no.

Accedieron al juego, deseosas, bragas empapadas, comportándose como zorras en lugar de como sumisas. El descarte era sencillo, era una mera selección natural. El reclamo, el poder que se puede concentrar en la palma de la mano, y en una mirada que de momento solo reflejaba desprecio. La juventud, en su atrevimiento, desconocía sus propios límites y se dejaba llevar por ese deseo apasionado de sentirse única. Todas estaban dispuestas, creían, todas querían hacerlo, pero ninguna sabía que es lo que había que hacer. ¿Quién quiere hacer un viaje? Pregunté.

Todas asintieron con la mejor de las sonrisas para luego bajar la mirada. Elegí a una al azar, en realidad me daba exactamente lo mismo, todas eran iguales aunque no lo supiesen. Hoy por fin, descubrirían lo que significa hacer las cosas a ciegas sin tener idea de donde se han metido. Querían jugar entre las fauces del lobo. Encontrarían al dragón que abrasaría todos sus deseos. Agarré su muñeca y tiré de ella con fuerza. La música no dejaba de sonar y ella se sentía orgullosa por haber sido elegida. Una estupidez como otra cualquiera. Le ordené que se desnudase con rapidez y así lo hizo. Las demás miraban con envidia algo que no tenía nada de envidiable. Le hice subir sobre una mesa y se sentó, con las piernas pegadas al pecho y los brazos por delante. ¿Pensáis que esto es juego? ¿Qué esto es divertido solo porque así lo imagináis? ¿Pensáis que me conocéis y que conocéis a cualquiera con el que cruzáis cuatro palabras? Mi voz fue un susurro que les erizó la piel. Pero ella, incauta, se sentía única, elegida, tocada por mi mano.

Con cinta americana sujeté sus muñecas entre si y luego sobre sus piernas. Después empecé a envolverla en film transparente, empezando por sus tobillos que antes había inmovilizado también. Según iba subiendo, su cara iba cambiando y las de ellas empezaban a mostrar incredulidad y temor. Todo su cuerpo estaba envuelto ya y entonces le coloqué una mascara de látex en la cabeza con solo una abertura en la boca. Antes de eso, un abre bocas dejó sus labios abiertos. Tenía que respirar. La abertura de la máscara se completó con un tubo alargado que se fijó con más film transparente. Estaba inmóvil. Creía que estaría así poco tiempo. No iba a ser así. Puse una maleta junto a ella, grande, muy grande. Levanté su cuerpo y lo introduje en ella. La cerré entre gritos.

Las demás lloraban, gimoteaban. Normal. Ahora sabéis lo que os puede suceder si hacéis el gilipollas, confiáis en el primero que te moja las bragas, si creéis que conocéis al dominante que hay detrás de unas letras, si pensáis que cualquiera sabe lo que hace. Ahora sabéis lo que os puede pasar. Y ella, se va de viaje en un autobús, y cuando la saquen de allí, seguro que no volverá a cometer el mismo error de sentirse única porque un dominante la ha elegido de entre todas las demás.

No sois perras, no sois ganado, podéis ser sumisas pero hoy, no y lo que habéis hecho es una estupidez.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies