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Los ojos verdes se apagaban mientras el rojo de sus uñas volvía a resplandecer ahora que había soltado las sábanas y el aire entraba como un torrente de nuevo en sus pulmones. Los fogonazos iban y venían, recomponiéndose en escenas inconexas que hasta hacía unos instantes era una bruma impenetrable. Odiaba pensar en aquellas situaciones y deseaba por todos los medios que alguien fuera capaz de secuestrar su capacidad de raciocinio aunque fuese unos instantes. Se desconectaba con tanta facilidad que casi siempre terminaba frustrada e insatisfecha. Cuando consiguió abrir los ojos vio los brazos extendidos sobre su cuerpo y sintió las manos cada vez mas suaves aflojar la presión de su cuello. Sin embargo, los espasmos del final de las embestidas, latiendo en su interior le volvieron a la realidad en un instante.

El dolor que le produjo la puerta cuando tiró su cuerpo contra la cama al empujarla con enorme fuerza, la ropa desgarrándose mientras intentaba escapar sin tener ningún motivo. Se aferraba como podía a la necesidad de que no fuese un fracaso mientras él, enfurecido masticaba su deseo. La ropa, jirones ya, caía a un lado y a otro de la cama. Los dientes se clavaron en sus pechos, atravesando la tela y haciéndole gritar mientras con el cuerpo empujaba hacia abajo. Tenía las manos libres pero no sabía que hacer con ellas. Era incapaz de pensar y cuando se dio cuenta, empapó las bragas en un momento. Manejaba su cuerpo como si no pesase, flotando en un éxtasis que casi ni recordaba. Entonces, a cuatro patas, comenzó a devorar el coño, con ansia y precisión y eso, llevó su mente hasta la inconsciencia del placer. Notaba las oleadas del orgasmo tan rápido como nunca y él, bebía sin descanso, saciando una sed infinita. Se sintió la fuente de sus deseos.

Entonces paró, le dio la vuelta estampando la espalda contra la cama y separando las piernas con las suyas. Intentó abrir los ojos, pero la bofetada primero, la asfixia después y una violenta penetración seguida por movimientos brutales de sus caderas lo impidieron. Solo escuchaba el latir frenético de su corazón haciendo temblar aquellas manos que anhelaban arrebatarle todo y los gruñidos de la bestia que violaba sin compasión su coño. El arqueo de la espalda fue el preámbulo de su orgasmo que prolongó cuando los gruñidos se convirtieron en susurros. Ahora hija de puta, el látigo, le dijo.

Se corrió tan fuerte al escucharle, que su coño aprisionó la polla con la esperanza de que jamás saliese de su interior. Tan solo fue el comienzo de una larga y calurosa noche.

 

Wednesday

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