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Los recuerdos no son un buen material para los cimientos del futuro. Sin embargo, son un estupendo adorno para colocar en el exterior y ver desde detrás de la ventana cuando las cosas no salen como esperamos. Esa espera, intangible, nos sumerge en esos recuerdos y como en el mejor de los melodramas, obviamos los detalles insignificantes que hicieron de aquellos momentos, gloriosos o lamentables, subiendo el volumen de la emoción al diez y multiplicando por ello lo bueno, y lo malo. Estar al tanto del pasado frecuentemente es malo, dejarlo de lado, también. Y es en ese equilibrio donde nos perdemos.

La lluvia arreciaba y golpeaba el cristal como pequeñas piedras, en un tac tac rapidísimo, ayudada por el viento que hacía ondular la lluvia en cortinas traslúcidas. Reflejada su cara y la de ella, junto a él, intentando que la frente no tocase el cristal frío. Era un reto, sobre todo porque la mano apretaba con fuerza debajo de su culo y ella perdía el equilibrio y el control. Mientras él seguía hablando, notaba el acero dentro de ella, destruyendo fibras como los recuerdos hacen de las verdaderas vivencias.

Los recuerdos son los virus de la memoria. Lo trastocan todo, esparcen sin miramientos una semilla de discordia y falacia y generan el mayor de los engaños. Ese que nos hacemos nosotros, ese que utilizamos como autocomplacencia, como justificación ya sea para minimizar el dolor y lo perverso como para alzar lo mediocre y darle aura de grandeza y misticismo. Los recuerdos y los celos, ambos hay que saber lo que son, lo que representan y lo que significan.

No le importaba su pasado, todos tenemos uno y muchas veces intentamos esconder nuestras malas acciones disfrazándolas ya sea para no herir o para no sentirse expuesto. Ella tenía permanentemente el recuerdo merodeando sus labios y en su inconsciencia le hacía de menos como dominante, poniendo en duda sus acciones y sus motivos, comparando con su pasado, con aquello que había dejado atrás. La paciencia tiene un límite, siempre y lo justo es que éste esté siempre en el mismo lugar para no proporcionar agravios comparativos. Aguantó.

Ahora era ella la que tendría que soportar con estoicismo y fortaleza las muestras de justicia y escuchar su verbo alegre demostrando, que en esto de la dominación, uno manda y otro obedece, por mucho diálogo que haya. De puntillas, ordenaba, y no levantes la puta mirada del suelo. Incluso las pequeñas joyas necesitan ser retocadas y tú, necesitas una restauración emocional, le dijo ensartando el plug en el culo y levantándola del suelo.

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