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Esta proliferación de amos y sumisas tiene cosas realmente curiosas. La mayoría de ellos no son ni una cosa ni otra. Estos dominantes de nueva cuña que sólo desean follar a mansalva, cuanto más mejor, con cuántas más mejor, aplicando una dosis de violencia porque sin ella esto no tendría sentido, se enfrentan a las sumisas del siglo XXI.

Tan culpables como ellos, capaces de dejarse follar por 20 tíos porque el amo lo ordena y le pone, de compartir su ciruelo con otro par de nenas ya que es algo que se estila, de cambiar de amo cada semana porque el anterior no te folla como una perra ni te azota con verdadera fruición.

De ir probando con uno y otro porque el verdadero está un poco lejos y te sientes sola y poco acompañada y hasta que no encuentras uno cercano que te da caña necesaria y es entonces cuando le dejas.

Y ellos aprovechando la coyuntura, metiéndola en todos los agujeros perfumados que pueden mientras despliegan el arte del mamporro a discreción. Porque ellas se dejan y no se cuestionan el porqué en aquella habitación de hotel, cerró la puerta al irse sin siquiera preguntarle su nombre.

Pues ellas que se jodan, por no tener cojones a ser sumisas y anteponer su coño y sus sentimientos a los de su amo y ellos, hijos de puta, que piensan que ellas son meros trozos de carne, de usar y tirar hasta que llegue la próxima. Cuando no tienen ni idea de lo que significa estar de rodillas, de verdad, de sentir el beso en tus manos o de darlo, de esa entrega sin contrapartidas. No tenéis cojones a serlo ni hacerlo.

Como dijo Fernando Fernán Gómez, ¡A la mierda!

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