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Después de unas cuantas entradas, algunas personas, mujeres en concreto, me han hablado del bondage. Del estado de ánimo que transmito cuando describo matices concretos de las ataduras. Como si fuese un baile, una danza en la que mis manos llevan el peso de todo el movimiento. Bueno, esto no es del todo cierto. Las manos son importantes, la destreza, la sencillez de los movimientos fuera de brusquedades aunque hay momentos donde es necesaria para crear cierto nivel de tensión y excitación. Un baile. Así lo han llamado.

Nunca lo había pensado de esa manera, quizá lo más parecido en ese caso sea un tango, por sus movimientos enérgicos y tan sofisticados al mismo tiempo, donde parece que la mujer es llevada en volandas por su compañero, aunque el que sabe de tango (yo no tengo ni idea aunque me maraville verlo) no piense igual. En realidad nunca lo vi como un baile. Siempre fue el preparativo de una batalla.

Como el soldado que está preparado para entrar en combate, controlo cada uno de los instrumentos que utilizo, incluso aunque solo fuesen mis manos. Los ordeno, los coloco, los tengo siempre dispuestos y preparados. Las cuerdas no deben estar liadas ni tener cocas, deben estar sueltas y suaves. Cuando esto está listo, se prepara el plan de ataque y defensa si fuese necesario. No todas las mujeres necesitan la misma atadura al inicio, ni siquiera sabes si necesitarás atar. No sería la primera vez que las cuerdas no las utilizo por el estado de ansiedad o el nerviosismo. Por eso, en esos momentos, el ataque debe ser sigiloso, infiltrándose dentro de la piel, usando comandos de voz para apaciguar su tensión, entrando en su mente y liberando esa carga que niega la entrega.

Cuando el terreno ha sido conquistado, entonces las cuerdas hacen el trabajo. Los prisioneros son tratados según los convenios y las normas y se les da lo que necesitan, las cuerdas recorren la piel y los sentidos, apretando suavemente, marcando el camino que desde ese momento seguirán. Es entonces, cuando el cuerpo está cubierto del cáñamo, de nudos, los que atan la piel, cuando cualquier guerrero puede reposar y disfrutar de su conquista.

Hoy, esas batallas han dejado de ser tendencia y jugamos a la guerra de guerrillas, un Call of Duty del bdsm venido a menos, fusta en mano y manual. Infinitas vidas.

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