– ¿Por qué cada día anotas lo que observas?

– No sólo tú tienes rutinas.

– Pero no ha cambiado nada desde ayer. Y mañana seguirá siendo igual.

– Aparentemente así es. Lo general no suele modificarse demasiado, sin embargo, los detalles están en constante cambio.

Anotaba sin mirar su libreta. Había perdido la cuenta de las que había utilizado para describir con detalle minucioso el rostro, el pelo, los gestos, los guiños. Anotaba incluso la respiración, el número de inhalaciones y exhalaciones. Desde fuera podría resultar enfermizo. De hecho, estaba seguro de que lo era. Pero le gustaba dedicar ese tiempo diario en recordarse, en memorizar todo su ser. Ella sorbía el café, sosteniendo la taza humeante con dos dedos mientras soplaba haciendo que el líquido ondulase por toda la superficie. Él seguía anotando, subrayando palabras concretas, tirando flechas y rodeando expresiones. Al ella le temblaban las aletas de la nariz cuando sonreía. Le veía tan abstraído y metido en aquel mundo suyo que le permitía hacerle preguntas que en otros instantes serían imposibles.

¿Piensas que me puedes olvidar?

Es una posibilidad. La memoria es muy frágil y dispersa.

¿Pero el temor es por si me voy?

No es un temor. Esto es una salvaguarda.

¿Una salvaguarda? ¿de qué?

Levantó la mirada sin dejar de mirar el cuerpo desnudo. Lo miraba todo a la vez, la belleza de sus curvas, la naturaleza de las estrías, lo artificial de las marcas que recorrían toda la piel, las imperfecciones que la hacían perfecta para él. La sonrisa y los labios carnosos, los dientes juguetones por detrás, la miel de los ojos, la subida y bajada de sus pechos, los pies pequeños y la aspereza de algunas partes de su vida en común.

No quiero olvidar algunas cosas. Y para ello quiero recordarlas todas.

Podrías hacerme una foto cada día.

Las fotografías son solo un instante en el tiempo. Pero cuando el tiempo confluye con el olvido, una fotografía no es nada.

Entonces ¿por eso me describes de la misma manera cada día?

No. Por eso te describo cada día como eres ese día. Cada día eres diferente, todos lo somos, en los detalles que nos hacen ser lo que somos y porqué lo somos. Tu nombre no cambia, tu situación no cambia, pero el motivo por el que ahora me miras así, es lo que cambia de ti y eso es lo que quiero recordar. Tus cambios, tus sentimientos por mí.

Quieres registrar lo mucho que te amo, lo mucho que te odio, lo mucho que te respeto…

Quiero sentirte en mis palabras, no solo en mis manos o en mis cuerdas, no solo en los gemidos o en los gritos, ni siquiera en el sabor de tu flujo, de tu saliva o de tu sangre. Quiero leerte y tenerte a mi lado y dentro de mí cuando no pueda recordarte, cuando no pueda sentirte o verte.

¿Cómo entonces podrías olvidarme?

Lo perfecto se olvida porque somos pura imperfección. Registro lo imperfecto para tenerte dentro de mí como realmente eres.

¿Perfecta?

Entregada y hermosa, pero sí, perfecta.

Pero no lo soy.

Claro que no, pero eso no es importante. En algún momento, las palabras te harán perfecta, aunque no nos acordemos de ello.

Tú y tus detalles.

Cerró la libreta y sonrió. Mis detalles, los que me das tú.

 

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