Me acuerdo cuando coleccionaba cromos y llevaba un buen taco en el bolsillo para cambiar y terminar mi colección. De hace un tiempo a esta parte me siento un cromo, muy fácil de intercambiar si ya no valgo o si curiosamente me repito. Debe ser que al final soy malo de cojones y no tengo ni idea de enseñar de que va esto de la dominancia. El trasfondo y el calado debe ser algo del pasado y cambiar de dominante hoy es equiparable a cambiar de compresa. No será la primera ni la última sumisa a la que mando a paseo por razones de diversa índole que tampoco me voy a poner a relatar. Digamos que la mascletá hace menos ruido.
Eso o la oferta disparatada de dominantes y amos preparados en la parrilla de salida, haciendo vuelta rápida tras vuelta rápida y colocándose en la parte limpia del asunto, se nos ha ido de las manos. En río revuelto ganancia de pescadores. Y los pescadores tienen mucho donde pescar. En cuanto a la calidad, mala tirando a mediocre en ambos lados.
Pero aquí estamos, el cromo y yo, mirándonos y sintiéndonos anacrónicos, anclados como si fuésemos uno de los crómlech de Stonehenge, inmóviles y sobre nosotros los nuevos dominantes que controlan la tierra, las aguas, los cielos y las redes sociales. Intentando adecuarnos a lo que nos demandan, a mansalva, a discreción pero nos damos cuenta de que mi cromo es valioso, no por ser antiguo, sino por ser auténtico, y yo, soy valioso ni por lo uno ni por lo otro. Tampoco nos pongamos melodramáticos ni vayamos a erigirnos en los adalides de la reconquista bdsemera porque al final el cromo será Sancho y yo un quijote de pacotilla. Reid un poco, viene bien antes de dar una par de azotes, relaja la mente y desata las tensiones. Las cuerdas vienen luego.
A lo que iba, que empiezo con soliloquios y se me va la pinzuqui, poca estima tenéis si cambias de dominante como de bragas y poca entereza demostráis cuando soltáis collares de repuesto a quien os viene gateando magulladas de vueltas de otro. Pero aquí paz y después gloria.
Me han roto un espejo.