La confianza es una quimera, un estado mental que autogestionamos como las bombas de morfina, chutándonos de vez en cuando para sentirnos mejor y creer que ésta nos acompaña. La idea de entregarse al primero que pasa, la de atar y dejarse amarrar por cualquiera no debió sorprenderlos. Desde su punto de vista y después de todo el tiempo que invirtieron para llegar a estar donde estaban, era algo incomprensible. Sin embargo, comenzaba desde hacía tiempo a ser la tónica general. Las mezclas para algunas cosas son buenas, pero para otras son nefastas.
Intimaron desde el primer momento, con risas sobre todo y las conversaciones se construían solas, llegaban como la brisa y terminaban como la furia huracanada de una tormenta tropical. Se perdían el uno en otro sin necesidad de tocarse, pero cuando lo hacían se deleitaban de innumerables maneras. Cada día era un nuevo peldaño, una nueva viga, un nuevo pilar que se iban colocando en orden. Los acariciaban con dulzura para percibir como vibraban con sus emociones dentro. Y luego, cuando estaban lo suficientemente firmes, cuando daban paso a un nuevo nivel y separaban las estancias de sus días sin sombras ni estafas, los utilizaban para colgarse y desde ahí balancearse y observar todo lo que habían construido. Y cuando les gustaba lo que veían se ataban para poder observar desde un mismo punto la belleza de los recovecos de sus cuerpos.
Con el tiempo, a sus gritos y sus risas llegaron las de los pequeños que ahogaron un tiempo las suyas. Se conjuraron para que el silencio no fuera un obstáculo sino todo lo contrario y construyeron a su alrededor y con demasiada imaginación un travieso cuento que se contaban al oído cuando la sangre brotaba y los gemidos eran ahogados por las manos alrededor del cuello. Cuando terminaban miraban el estropicio y reían en silencio ignorando las toses que tapaban con las manos y comportándose a fin de cuentas como unos críos.
Todo llegó en su momento, pero con pausa y aquella lentitud que para muchos era inapropiada les confirió la capacidad de entenderse y reprocharse sin que eso supusiera una falla en sus emociones. La confianza no aparece de la nada y no implica tampoco nada excepto cuando las palabras y los hechos confluyen en cosas concretas. No es algo que se estimula o se cultiva, es algo que se da en instantes y riega la tierra en la que se echan raíces y como éstas, está enterrada haciendo lo que tiene que hacer, esperar. Pero todo ello cuesta demasiado.
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