El control es peligroso. El control es necesario.

En su mundo, el que se construye en su mente y se aísla de todas las realidades posibles, se iban acumulando las decepciones. Movía la cabeza porque esa palabra le asaltaba constantemente pero no le gustaba. Daban por hecho su capacidad y la ligera tolerancia a la infalibilidad siendo el recipiente de todos los errores, los silenciosos y los artificiales. La calma que emanaba era atractiva y esa misma hacía que en cada situación frustrante tuviera que morderse la lengua, el labio o las mismas entrañas para no explotar. Una y otra vez, día tras día, mes tras mes. Daba igual quién estuviese a su lado, en el momento en el que se hacía efectiva la entrega, el acompañamiento o simplemente la compañía se producía una laxitud en las formas y en las acciones irritante. Todo golpeaba su calma como si pudiera absorberlo todo, cada acción reprochable, cada dejadez, cada palabra inadecuada. A veces se hacía en busca de castigos que nunca llegaban y eso provocaba una reacción en cadena que terminaba con un portazo en la cara y meses de intentos por regresar a la situación inicial. Nunca se producía por supuesto.

La calma personal esconde un profundo pozo de ira que se va llenando poco a poco. Esa ira es el contrapeso de la calma y la mantiene alerta pero férrea. Cuando esto es al revés el dominante se descontrola y deja de ser lo que es para convertirse en un auténtico hijo de puta. Por eso, ese pozo profundo cuando se llena debe ser purgado. La ira crece cuando desde el otro lado se acomoda la situación y da por hecho que ya está todo conseguido. Se le exige a la parte dominante estar alerta, presente y aplomado siendo por tanto un contrapeso esencial en la relación D/s que como todas las demás relaciones necesitan de un equilibrio para que pueda avanzar. Luego, las reglas propias de cada una de esas relaciones pueden ser todo lo flexibles o estáticas que se quiera. Sin embargo, es habitual no entender el fallo o el error como parte de la vida y si como la desidia de una de las partes.

No, no, no. Cuando se acumulan las fallas y las negaciones, el pozo se inunda hasta que se desborda y pocas opciones quedan. Si eres una persona racional y equilibrada es una invitación a sacar a pasear a la otra parte, soltar la correa y que viva en libertad para que busque y encuentre lo que desea. Una vez cerrada la puerta la ira sigue estando y explota tan dentro que tan sólo queda gritar y destruir de todo lo que se ha levantado alrededor y apartarse, porque las siguientes veces lo que se emana es la falta de empatía, el desprecio y la intolerancia. Abre la puerta antes, expulsa con cariño suficiente para que te afecte solo en lo físico, algo que añorarás sin duda, pero resguarda la emoción. Si no está alerta como tú, no mereces estar ahí, ni ella tampoco. Suelta la cuerda y regodéate de la acción.

El control es peligroso. El control es necesario.

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