El imbécil y la corista

Su juventud no le había impedido creer que había tenido mucha experiencia vital. Ya desde muy niña le encantaba jugar al rescate, ser la princesa secuestrada a la que rescatan. Ella se encargaba de que le atasen al árbol, fuertemente.

A los quince años, una mañana en la cocina, se lo hizo saber, ¡Mamá, quiero ser sumisa! La hostia de la madre tan sólo hizo que su idea calase aún más hondo. Lo dejó todo, hizo una mochila, y se fue en busca de su sueño.

Las pasó putas, le hicieron de todo, como a Justine, pero muy post moderno en fondo. Su piel era un cromo, sus huesos harina, su mente, de todos.

Entonces, de entre toda la muchedumbre, apareció él, de pluma fina, de verbo ágil y collar rápido. Una mazmorra alquilada y su sueño se convirtió en pesadilla.

Cuida de tus sueños, porque son traicioneros y puede que te hagan ser prisionera de por vida, sin quererlo, y con un imbécil.

Ahora canta corista, intenta entretener al imbécil mientras tu estás en una jaula mientras tu sueño está fuera y otra, se lo lleva.