Ella
Ella se levantó pensando que él estaba dormido. Se movió con sigilo para no despertarlo, cogió su camiseta, la olió y se vistió con ella. Debajo solo había piel erizada por el contraste del fresco de la mañana y y calor de la tela. Salió de puntillas de la habitación, como una ladrona en su propia casa. Desde la habitación se podía ver la cocina, Un pasillo ancho dejaba ver parte de la encimera y sobre ella, la cafetera y el calentador de agua. Encendió ambos y dejó que el aroma a café llenase la cocina mientras el agua comenzaba a bullir. Abrió un armario, se puso ligeramente de puntillas y cogió una taza grande y blanca. La mitad de café y el resto de agua, hasta el borde. El calor de la taza calentó sus manos primero y luego los labios, saboreó el primer sorbo del café y cerró los ojos. Así recordaba el sabor de sus labios la primera vez que él mordió los suyos. Quizá no fuera así, pero le gustaba imaginar que lo fue. Sonrió un poco y dejó caer los talones al suelo. Sólo se ponía de puntillas cuando él estaba cerca y nunca había averiguado el motivo, pero le gustaba esa sensación, le gustaba tenerle cerca cuando siempre estaba tan lejos. Cuando abrió los ojos recordó la calidez sus manos, los besos suaves en la nuca, las caricias más cercanas al amor que a la violencia. Le gustó, pero le dejó un vació que no llegaba a entender, seguramente porque ella no necesitaba eso de él aunque lo disfrutó tanto que sintió como por momento se deshacía por dentro. Luego dejó la taza en la encimera y apoyó las manos sobre ella.
Él
Llevaba un par de horas despierto mirando como la respiración lenta movía su pecho. Las sábanas habían desaparecido y disfrutaba de su piel blanca que a sus ojos era un lienzo virgen que aún no había marcado, escrito o rasgado. Luego ella se movió y abrió poco a poco los ojos. Se hizo entonces el dormido y sintió como ella se levantaba y se ponía su camiseta. Cuando le dio la espalda abrió los ojos y observó cómo caminaba hacia la cocina, moviendo el culo, con la camiseta tapándolo ligeramente. Le gustaba aquella mujer, su cuerpo, sus movimientos, sus ojos verdes y su voz intensa. Luego ella preparó café, americano como siempre y todo ello de puntillas. Aquella imagen le sacó una sonrisa y lo que era aún mejor, despertó el motivo de porqué estaba allí y porqué deseaba tanto a esa mujer. Mientras ella bebía salió de la cama, desnudo, haciendo caso omiso al fresco de la mañana porque el calor de su cuerpo era suficiente para mantenerlo cálido. Se acercó a ella cuando dejó la taza, bajó los tobillos al suelo y colocó las manos en la encimera.
Ella se sorprendió cuando le agarró del pelo desde la nuca y tiró de ella como si fuera un trapo. El tirón fue tan violento que las rodillas se clavaron en el suelo. Los ojos mostraban sorpresa, pero nada más, luego abrió la boca con una simple orden y tan pronto como lo hizo la boca se le llenó de su polla. No tuvo que hacer nada, le agarró los brazos y los subió hasta colocarlos sobre la encimera, agarrados junto a su pelo. Luego el le folló la boca como había hecho con su coño unas horas antes. Lo único que había cambiado era la violencia y la falta de tacto. Llenó el suelo de saliva mientras hacía esfuerzos para no ahogarse. De vez en cuando salía de su boca para que pudiese respirar, pero era una fracción de segundo. No le daba cuartel y volvía a meterla y follar la boca con violencia. cuando decidió parar, soltó los brazos, pero no el pelo. Tiró de ella de nuevo hasta ponerla de pie. Sintió sus ojos negros, más que nunca mirar el verde de los suyos, le dio la vuelta, separó sus piernas con las suyas, levantó su camiseta y empezó a sodomizarla mientras tiraba de su pelo y arqueaba su espalda. Le giró la cabeza y le ordenó que abriese la boca. Luego escupió dentro sin dejar de entra y salir de su culo. él gruñía y ella gemía, gritaba por vez primera y se dejaba llevar por aquella violencia gratuita y sin control. Sentía las manos apretar sus tetas, golpearlas, los dientes mordiendo la nuca y los hombros y todo ello sin descanso. Luego las bofetadas que le hacían volver a la realidad y verle detrás, poseyéndola y descubriendo que ella tenía razón, él era el único que podía darle aquello.
Cuando se corrió, no se esperó, ni se quedó junto a ella. Salió de su culo igual que había entrado, se giró y se fue a la cama mientras le decía que volviese y le trajese un café. A ella le temblaban las piernas, apenas se sujetaba con ellas y tenía que apoyarse en la encimera. Notaba el semen cayendo por sus piernas, pero, aun así, preparó el café y se lo llevó. Él estaba sentado, recostado en el cabecero, con las piernas abiertas. Cogió el café y le dijo que le limpiase. Ella por fin encontró su sitio.
Wednesday