En igualdad de condiciones y viendo que los resultados son los mismos, todos somos imbéciles. Esta variable nominalista del principio metodológico de Guillermo, que por supuesto he variado a mi antojo, porque yo lo valgo, se puede extrapolar a cualquier cosa. Total, el mundo se mueve en valores empíricos y por ende (cómo me pone utilizar estas expresiones) aplicar estas acciones, no repercutirá demasiado en el resultado final, que sigue siendo el hecho de que todos somos imbéciles.
Ante la ofuscación de buscar un resultado que nos satisfaga plenamente podemos ir dándonos con un canto en los dientes, y mucho más en esto de las relaciones psicosociales, empero (esta si que me pone palote) hay cosas que por mucho que queramos enmascarar, es difícil que podamos hacerlo. Nos mola mucho utilizar expresiones y frases hechas como la de los polos opuestos se atraen. Esto en física, en magnetismo, pues tiene su razón de ser, pero entre los seres humanos es una gilipollez tan grande sobre todo cuando lo queremos elevar a grado de ley social. Se atraen tanto como el chorizo y el chocolate. Que haya gente a la que le guste no lo hace una combinación deliciosa.
Los tarados se rodean de tarados porque tienen las mismas filias y fobias. A los que les gusta Vetusta Morla, ¿les hace ser mas cool? No. ¿Si vas al FIB sabes de música? No. Si por casualidad has descubierto a Stefan Zweig y ¡oh sorpresa! te ha gustado, ¿eres amante de la literatura? No.
Su cara de sorpresa, mezcla incredulidad y desesperación terminó vomitando una pregunta, ¿pero no me ibas a atar?
Esto es lo que pasa cuando uno va de guay y de sabelotodo, exponiendo en escaparates sociales sus habilidades para el azote y tente tieso, los nudos de marinero del Índico y su pose trajeada de amo de alto copete. El resultado son palabras vacías, perorata infumable que cuando necesita convertirse en hechos, se queda en eso, en un eco repentino y frustrante que nos deja, a los que apreciamos a Stefan Zweig un tanto fríos y a ella, helada.
Dale una manta al menos, querido.